tribuna

Los guardianes del elixir

En cualquier esquina del orbe terráqueo y tal vez más allá de las estrellas, existen lugares, de belleza singular y donde aún existen con un encanto especial y una belleza singular ya que allí reina pura y simplemente la Naturaleza. Vienen a mi mente los nombres de Ordesa, Aigües Tortes o los Picos de Europa, d entro de la orografía hispana. En nuestra pequeña isla, sin llegar a la amplitud de los antes nombrados, encontramos rincones casi a la vera de nuestros domicilios y que no todo isleño conoce. Son oasis de paz y verdor al alcance de la mano y que aconsejaría visitar y respetar al tiempo qué, como médico, recetaría contra el estrés y en pos del sosiego.

Hagamos un poco de historia. Al terminar la conquista de la isla de Tenerife por los castellanos a principios del siglo XVI, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, reparte el botín , Tenerife, entre sus capitanes y allegados, entre los que son sus amigos y entre los que, con sus aportaciones, ya fuesen económicas, de personal o en especie, le hayan ayudado de alguna manera de domeñar a los guanches.

Uno de los afortunados nunca sabría el interesado que su apellido, si bien bastante corriente, de alguna manera habría de sobrevivir al paso de los años, tras quedarse con el regalo de Fernández de Lugo), fue García de Morales, que recibió en pago a sus servicios, la zona alta de Tacoronte, una tierra cubierta, por aquel entonces, de laurisilva, y con abundancia de agua, cuyo anterior dueño fue el mencey Acaymo. Desde entonces han transcurrido más de quinientos años y esta parte de la isla ha sufrido, en esos años, talas, destrozos en sus bosques y terrenos y el agua se ha visto mermada por, digamos, exigencias de la civilización. Únicamente ha quedado fijo el apellido de ese dueño castellano, pues el lugar continúa llamándose Agua García, en base a dos factores, su elixir y su primitivo señor.

El monte verde fue objeto de un saqueo continuo. Los árboles ofrecían maderas para barcos, casas, muebles, como leña para calentar esas casas. La madera del laurel era usada para fabricar aperos de labranza; el brezo para hacer carbón, así como horquetas para las viñas , y las hojas, machacadas, como un emplasto, contra la picadura de insectos. Las hojas del follao, suaves y recubiertas de una pelusa, realizaban el trabajo del actual papel higiénico y sus ramas tiernas, se empleaban en cestería.

So roturaron muchos bancales para uso agrícola, algunos de cuyos restos se pueden apreciar escondidos entre troncos y lianas del bosque. Se altero la propia orogenia del terreno y, con ello, se cambió el curso de algunos barrancos y del agua que conducían.
Pero fueron los árboles los que más desgaste sufrieron. Aparte de su madera por ejemplo, los frutos del haya,( las creces) secos y tostados, dieron lugar a harinas muy digestivas, así como tomados al natural, como frutos maduros. El naranjo salvaje casi desapareció de la zona por su madera blanca; la corteza del sauce se usó ( y se sigue usando) como febrífugo.

En las zonas que limpiaron se plantó caña de azúcar y luego se dedicaron a las papas,, a la vid, y cereales. La tierra se agostó y el agua se usó de forma excesiva y sin control lo que dio lugar a su pérdida por los barrancos y, por otro lado, dejó de regar al propio bosque.

Para compensar las talas a mediados del siglo XX se inició la repoblación pero creemos que con el error de plantar árboles foráneos, como pinos insignis y eucaliptus.

Se construyeron diversos canales para llevar agua a Tacoronte des de la fuente de la Madre del Agua hasta la propia ciudad, pasando por el abrevadero de Agua García, por la Montañeta, El Cantillo y La Pila. Hubo una época en que el Hotel Camacho, uno de los edificios pioneros del turismo en la isla se abastecía de agua por un naciente que existía en el barranco del Salto Blanco, que atraviesa parte de este bosque de laurisilva.

A pesar de todo ello la naturaleza persistió, permaneció el agua, el Elixir de la Mad re del Agua y permaneció un trozo de laurisilva que, poco a poco ha empezado a encontrar aliados entre los seres humanos.

Para completar el desastre los colonos descubrieron tempranamente la existencia en esa zona de una especie de arena, llamada “tierra blanca” que resultaba perfecta para la obtención de vidrio. Se trata de un feldespato de sanidina, a veces mal llamado traquita. Ya en el siglo XVI se montó un horno para la elaboración de cristal, pues se prohibió la tala que era de donde se obtenía el combustible para el fuego. Ya en el siglo XX se obtuvieron toneladas de esta arena para una fábrica de botellas instalada en La Laguna. Y se comenzó a abrir galer´çias y túneles para conseguir más arena; finalmente, hacía los años cuarenta se cerró la industria citada y se acabaron las extracciones de arena de Agua García quedando, empero, las cicatrices, en pleno bosque, donde quedan profundas cuevas y alguna galería subterránea, llamadas, en general, como “ Las cuevas del vidrio” .Cioranescu en su “Historia de Santa Cruz de Tenerife” dice haber encontrado en un documento antiguo lo siguiente :” Cosme de Espinosa , maestro de hacer vidrios, cede a su tío Baltasar de Espinosa la propiedad del “horno e casa de vidrio qu´está fecho e fabricado junto al agua de García”.

Terminemos con la historia. Por fin, bien entrado el siglo XX se dieron cuenta los hombres de que aquel trozo de terreno podría acarrea muchas ventajas si se le cuidaba y hoy en día esta parte de Agua García y su bosque están incluido en “ El paisaje protegido de Las Lagunetas” (4.000 Ha).Solo un detalle para entender la importancia de este lugar : En él se localizan las palomas de Monteverde, una flor, una especie de geranio, el “peicallis multiflpra”, única en el mundo: perviven otras especies autóctonas, como el árbol delfino, la mariposa limonera o el arácnido Opilion. Todos ellos ayudados por los vientos alisios que dejan siempre humedad.

Los que estén leyendo estos párrafos se estarán preguntando cuando aparecerán esos guardianes que le dan título a estas líneas… bueno, ya llegamos.
Entre los árboles que pueblan el monteverde, unas veinte especies, destacan en esta zona los viñátigos. Este árbol, cuya madera se llamó la “caoba de Canarias”, necesita agua para subsistir y un sitio inmejorable para ellos son los barrancos del Salto Blanco y el de Toledo de donde el agua, hace siglos, brotaba por fuentes y manantiales y corría por los citados barrancos, amén del de la Araña, llenando el bosque de susurros y escalas de gotas ca yendo por los taludes. Existió y persiste una simbiosis, entre el vegetal y el líquido, una especia de pacto entre el viñatigo y el agua, alianza que debería durar lo que la Tierra.

El viñatigo crece y va desarrollando ramas, raíces y chupones, elementos estos últimos que se inclina desde arriba y terminan fijándosele el suelo como un anclaje del que saldrá un nuevo brote, un nuevo árbol. Estos chupones van rodeando al árbol primitivo. Pueden pasar siglos, el tallo primigenio puede que haya desaparecido pero en su lugar, como protegiendo al patriarca se levantan no uno sino varios viñátigos, por lo que suele decirse que estos árboles son eternos.
Y estos seres casi imperecederos son los Guardianes del Elixir, también llamados Guardianes Centenarios, los que preservan el elixir de la vida, el Agua.

Es tos árboles dan un fruto que contiene un alucinógeno por lo que no es comestible si bien las ratas de los bosques lo devoran cogiéndose unas terribles borracheras por lo que, más de una vez caen de lo alto de las ramas totalmente ebrias y mareadas, escapando haciendo eses como beodos humanos..

Al parecer a las palomas silvestres, rabiches o turqué, no les hace efecto, o por lo menos no se ha podido apreciar en ellas, si bien se les ha visto picoteando los frutos del viñatigo, Los troncos de estos árboles pueden llegar a alcanzar los 10 metros de diámetro..Junto a las Cuevas del Vidrio se alza uno de los más viejos ejemplares de este árbol y en el barranco del Salto Blanco existe otro, llamado de La Cuna, por poseer una gruesa rama ahuecada en forma de barquilla. De menor tamaño, en las barranqueras de esta zona, podre- mos admirar otros muchos vináticos, esos Guardianes del Elixir, amorosamente unidos al liquido que fluye entre sus raíces y chupones, en un enlace sabio y permanente que permitirá, si el hombre no lo estropea que estos lugares pervivan iguales durante siglos.

Casi todo lo anterior se ha obtenido de folletos, libros y recuerdos, ahora volvamos a la realidad y paseemos por Agua García. Atrás ha quedado el Centro de Información Patrimonial de Agua García, que así se llama la oficina del Parque y estamos en el bosque primitivo, envueltos en las sombras de la laurisilva, entre follaos, delfino, naranjeros silvestres, mocanes, laureles y viñátigos amen de los que se han asociado a lo largo de los años, como helechos, zarzas, setas, hiedra y otra gran colección de arbustos, bejucos, matas y matojos, que viven y comparten la maravilla del monteverde. Lianas y troncos caídos forman puentes aéreos que saltan sobre espacios verdes y dejando bajo ellos sendas y veredas… Los barrancos de Toledo y de Salto Blanco corren paralelos a los sinuosos senderos preparados por el hombre, con puentecillos de madera, con pisos especialmente preparados para que se pueda pasar sin riesgo incluso personas en silla de ruedas.

El barranco del Salto Blanco se llama así porque en cierto punto de su trayectos existe un desnivel, un “salto”, cuya pared es blanquecina. Como no podía faltar en el folklore isleño, este barranco lleva consigo un drama pues según aseguran los cronicones, un hombre se lanzó al vacío por este lugar, arrastrando en su caída a su compañera embarazada. Les podemos asegurar que sus fantasmas yacen en paz ya que no podría ser de otra manera habiendo ocurrido este triste suceso en un verdadero remanso de paz y tranquilidad y nosotros hemos estado por aquellas lindes alguna que otra vez y lo único que hemos encontrado es gran cantidad de basura, probablemente traída de más arriba por el barranco cuando el agua corre por él.

Naturalmente este lugar no se limita solamente a la naturaleza pura. Esta zona tiene pistas, caminos y senderos de los que se puede disfrutar atravesando muchos de ellos la frondosa laurisilva. Existen algunas fincas de particulares con chalets, huertas y jardines pero, en general, están disimuladas. También encontraremos un habitáculo, perfectamente mimetizado con el entorno que encierra al naciente de Madre del Agua, cuyo líquido marcha directamente a Tacoronte.

Una pista, muy cercana al Centro Patrimonial y etc. nos conducirá al Parque Recreativo del Lomo de la Jara, donde es posible sentarse a tomar un refrigerio, descansar un rato o preparar unas chuletas asadas en los hornos que allí existen. En ocasiones se confunden los humos de las barbacoas con la niebla que nos traen los alisios.

Otro punto característico de este Espacio Natural Protegido es la Cruz d Fune… No hemos logrado averiguar quién fue el Sr, Fune. La gente mayor cuenta que fue un extranjero enamorado de estos bosques, los cuales recorrió más de una vez, haciendo amistad con los los lugareños. Lo cierto es que, en la actualidad, en un cruce de pistas nos encontraremos con una pequeña capilla que contiene en su interior una cruz. En el exterior crecen multitud de flores, como hortensias y rosas que forman dosel sobre la ermita al tiempo que la protegen dando lugar a una pared vegetal que parece proteger la pequeña edificación. Esta parte del bosque, si no respiras unos instantes, puedes oír el silencio. Las gentes del lugar siguen recordando a Fune, ¿Alemán?, ¿inglés?, ¿Francés, tal vez? Y en mayo se suele celebrar una romería que transita por estos senderos. No hemos coincidido con ella, lo cual nos parece una pena, pues tal vez entre los romeros podríamos haber encontrado al que nos aclarará quien fue ese Fune que tanto amó Agua García.

Existen otros puntos dignos de ver y observar. Continuemos por la pista de Fuente Fría y luego por la de Las Cruces ( A su vez concertada a la de Las Águilas), que no tiene salida como tal pista, pero se continúa por un sendero que en una ocasión encontramos prácticamente, tapado por setas rosadas, blancas, marrones y hasta negras . Se va estrechando la vereda y en cierto momento contemplas el Teide entre la enramada; el monte va desapareciendo y se penetra en una zona volcánica donde, si investigan un poco, encontraremos dos tubos volcánicos, Las Mechas y La Labrada, la primera de más de 200 metros de profundidad y la segunda algo menor de longitud. Nos lo han dicho pues no he penetrado en los tubos volcánicos ni las hemos medido. Igualmente nos han explicado que su interior es muy húmedo y que en ellas suelen vivir familias de murciélagos.

Donde la pista de Fuente Fría se cruza con el camino de Candelaria , aparece un arbolito cuya base está marcada con piedras encaladas de blanco y donde, además, como adornos un tanto especiales cuelgan de sus ramas cruces, estampitas de santos (y otras de quien no lo es tanto). A los pies del arbusto aparecen en ocasiones recipientes que parece que en alguna ocasión contuvieron velas o similares, pues se observan restos de cera, como si se realiza allí algún tipo de culto.

Más de una vez nos hemos preguntado ( y nos han preguntado) el porqué de aquellas demostraciones religiosas o seudo religiosas, mas nunca hemos obtenido respuestas. Este lugar llaman “Las Crucitas”, lógico, o por lo menos eso hemos sacado en claro de algunos mapas de esta zona.

Un bosquecillo de madroños de corteza ocre y muy suave al tacto conforman nuna isleta dentro de la maleza y del resto del monte de árboles de recios troncos.. Son de repoblación pues al fin la administración se ha dado cuenta del valor de lo autóctono que permitirá que este monteverde continúe siendo monte y verde.

Todo él cruzado por pistas, algunas con nombres curiosos, como la de Cha Rosa, la Hornaca, la de La Araña o La Herradura. Y por donde deambulan senderistas y domingueros, algunos con las mochila llenas de papas y costilla para preparar e n el Lomo de la Jara, y ciclistas y jinetes a lomos de caballos que llenan las pistas de restos malolientes.

En su parte más lagunera, digamos, se levanta la montaña del Haya pero el resto del terreno es prácticamente llano y las subidas, que existen sin duda, son normalmente suaves, los caminos están alfombrados con hojas que, con un poco de imaginación, parecen tapices iraníes. Las caminatas por Agua García suelen ser tranquilas y suaves y el tiempo suele escurrirse sin darnos cuenta.

Y se admiten niños aunque en cierta ocasión hemos vislumbrado entre los arbustos de una vereda al hombre del saco.

Como dice Vargas LLosa. Es como tener el paraíso en la otra esquina.

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