el charco hondo

El amigo imaginario (y 2)

Sea porque así sobrelleva mejor los malos momentos y el estrés, o porque lo ayuda a reivindicarse como presidente, o como respuesta a su sensación de soledad, sea por lo que fuera o fuese, si se da por bueno que el constante uso que hace de la tercera persona para referirse a sí mismo puede obedecer a que Pedro Sánchez tiene un amigo imaginario, y que en su fantasía a ese amigo imaginario le ha atribuido la condición de presidente del Gobierno de España, entonces sí, la existencia-inexistencia de ese amigo ficticio justificaría en buena medida circunstancias, decisiones y actos protagonizados, tomadas o promovidos por Sánchez, pasos, en definitiva, que sin ese amigo imaginario no tendrían justificación posible. Aceptando la premisa de que Sánchez tiene efectivamente un amigo imaginario, encajaría lo que antes no, y así. Un amigo imaginario, que al parecer lo acompaña en su experiencia presidencial, explicaría que Pedro Sánchez se haya saltado el compromiso de convocar elecciones generales sobre la marcha, merendándose de paso el tirón que su partido habría tenido en octubre o noviembre pasados; pero, sobre todo, la existencia-inexistencia de ese amigo imaginario daría sentido a lo que parece no tenerlo, pues si Sánchez da por bueno que tiene ese amigo imaginario cómo no iba a dar por igualmente posible, allá por el último verano, que podría protagonizar una legislatura imaginaria, apoyándose en unos socios imaginarios que lo arroparan en un Parlamento imaginario, aliados que, en la cabeza de quien se hace acompañar por ese amigo imaginario, le permitirían encontrar una salida imaginaria a una Cataluña imaginaria o, en su caso, disolver las Cortes a principios de 2019 aprovechando el espaldarazo imaginario que iban a darle unos andaluces aún más imaginarios, una realidad paralela que él navega refugiado en un liderazgo internacional también imaginario. Puede que la única manera de entender la miopía de Pedro Sánchez, acostumbrado a que la suerte lo resucite una y otra vez después de muerto, sea aceptar como hipótesis de trabajo que su manía de hablar de sí mismo en tercera persona es la llave que abre la puerta a la comprensión de errores incomprensibles, patinazos que tienen a su gente temiéndose lo peor de aquí a mayo. El problema es que, a diferencia de Sánchez, los amigos de las derechas lejos de ser imaginarios son tremendamente reales, y se les da bastante mejor crear realidad a imagen y semejanza de su obsesión por recuperar el poder pactando con el diablo y con quien haga falta.

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