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Rapsodia española

Creemos que ha llegado la hora de abandonar y superar los elogios al uso a nuestro texto constitucional, elogios retóricos y hueros las más de las veces, y empezar a llamar a las cosas por su nombre. Es necesario -sería bueno para nuestra buena salud democrática- comenzar a reconocer que la Constitución está amenazada, que el fantasma de las dos Españas, recurrente en nuestra historia, no ha sido conjurado y que el corazón constitucional puede ser helado por cualquiera de sus dos enemigos. Es necesario -sería bueno para nuestra buena salud democrática- comenzar a denunciar que los actuales intentos gubernamentales y partidistas de abrir una segunda transición desde el populismo sectario, antisistema y excluyente no solo cuestionan la primera, sino que ponen en peligro lo que trabajosamente hemos construido en estos cuarenta años, incluyendo la Constitución.

Los ciudadanos de este país de falsas y titubeantes tradiciones debemos reflexionar sobre la trascendencia que la Constitución tiene para nuestro porvenir colectivo y para la organización de nuestra convivencia social y política. No debemos tener ninguna duda respecto a que en estos momentos lo auténticamente importante es defender nuestra democracia y nuestro proyecto democrático común y solidario, objetivo al que todo lo demás ha de ser subordinado. Es vital para nuestro futuro no hacer peligrar el pacto constituyente que permitió nuestra ejemplar transición política y no contradecir los ideales de ese pacto. Porque si, al final, conseguimos romperlo entre todos, incluso los enemigos de la Constitución lo van a lamentar en el futuro.

El catálogo de los peligros para la Constitución que provienen del bando de sus enemigos declarados y de su propio bando sería interminable. Pero no se trata ni de analizar a los enemigos de la Constitución ni de enumerar todos los elementos antidemócratas y anticonstitucionales que han tomado carta de naturaleza en la vida política española y que residen en las propias fuerzas políticas constitucionalistas. Se trata de tomar conciencia de ello y de decidir si queremos regenerar este país y conseguir que algún día se parezca a lo que se vislumbraba como factible en los años de la transición.

Hoy más que nunca hace falta un intenso movimiento regeneracionista de la vida social y política española, hace falta acometer un cambio de rumbo y marcar una solución de continuidad significativa con el próximo pasado para restablecer los ideales constitucionales que un día nos alumbraron. Entre alabanzas y ditirambos la Constitución se está incumpliendo flagrantemente. En realidad, tantas celebraciones y aniversarios enmascaran nuestra mala conciencia.

Maurice Ravel expresó en algunas de sus obras un entusiasmo nostálgico por la moda y la sensibilidad españolas. Así en su Pavana para una infanta difunta, el Bolero y la Rapsodia española. La primera, por ejemplo, es un canto a un triste pasado español decadente y sin futuro desde un presente francés pujante y esperanzado. Es lo que llegaremos a ser si seguimos irresponsablemente asesinando nuestra Constitución.

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