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Recuerdos del futuro

Al final, los mencheviques siempre quedan en minoría, pierden los Congresos y son expulsados y perseguidos por los bolcheviques, a pesar de que sus análisis teóricos son superiores y más ortodoxos desde el punto de vista marxista. Y Stalin se hace con el poder, que ejerce autocráticamente desde su dacha, mientras Trotsky se ve obligado a huir. La Historia, que primero se desarrolla como tragedia, termina repitiéndose como comedia. Y así ha pasado de nuevo, esta vez en Podemos, salvando las diferentes circunstancias.

Los comunistas españoles arrastran una frustración histórica nacida de un continuado fracaso. En los tiempos de los primeros procesos electorales democráticos, en los mentideros políticos se elaboró sobre ellos un chiste cruel, que, sin embargo, describía exactamente lo sucedido. Se decía que Santiago Carrillo había conseguido en unas pocas elecciones lo que Franco no había podido hacer en cuarenta años: destruir al Partido Comunista. Y fue una frustración definitiva. Durante el franquismo, los comunistas asumieron en solitario el protagonismo de la oposición al Régimen. Primero, en los años cuarenta, con la violencia de la guerrilla, y después con la huelga general política, que nunca llegó, y que Carrillo reclamaba desde Praga en los micrófonos de la llamada Radio España Independiente y su inexistente Estación Pirenaica. Mientras tanto, los socialistas de Rodolfo Llopis se caracterizaban por su inacción, hasta el punto de que dieron lugar al nacimiento del Partido Socialista del interior y después al Partido Socialista Popular (cuyo nombre hoy no tendría precio), que terminaría integrándose en el PSOE.

Cuando los socialistas reclaman la antigüedad histórica de su partido tienen una razón solo relativa. Porque el PSOE actual es el renovado de Felipe González, que lo refundó y se enfrentó electoralmente al PSOE histórico de Llopis, al que venció con contundencia definitiva. La alemana Fundación Ebert, que financiaba más que generosamente la operación, les obligó a renunciar al marxismo para seguir haciéndolo. Y el nuevo PSOE no solo destruyó al histórico, sino que deshizo irreversiblemente al Partido Comunista. A partir de ese momento, este partido se arrastró de fracaso en fracaso hasta terminar por integrarse en una sopa de letras irrelevantes, que se denomina Izquierda Unida y que ahora ha entrado en una grave crisis estructural. Pocos ciudadanos son conscientes de que bajo ese paraguas subsiste el viejo Partido Comunista, y muchos menos saben quién es su secretario general. Podemos nació como un intento de renovación de ese anquilosado panorama. Y ha terminado por pactar con él y reproducir sus esquemas, que incluyen un imparable proceso de retroceso electoral y pérdida de apoyo ciudadano, proceso del que intentan huir Errejón, Manuela Carmena, Ada Colau, Gaspar Llamazares y otros mediante la continua creación de pequeñas organizaciones y nuevas siglas y plataformas, todas con una intensa impronta personalista, que pactan un futuro electoral incierto.
Al mismo tiempo, el socialismo de puño en alto y canto de La Internacional de Pedro Sánchez, como antes el de Rodríguez Zapatero, que intenta destruir a la socialdemocracia que lidera Susana Díaz, les deja poco espacio político. Y cada vez quedan menos meses para el mes de mayo.

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