otras coordenadas

Centro transversal

Construir el centro político en España, ha sido siempre tarea compleja. La propia doctrina política se confunde tratando de situar sus componentes y sus partidos ofrecen posturas dubitativas en su ideario. Incrementa la confusión cuando la sociología nos dice que la mayoría social, se define de centro en su adscripción política, ocupando estadísticamente la mayoría. Claro está que ello atiende a múltiples solicitudes, hoy en España descuadernada en el conflicto nacional. Dentro de las opciones políticas básicas, conservadores, liberales y socialistas, se mueven estas bajo las fuerzas de las ideologías, derecha -izquierda y de la economía pública- privada. En España se han situado en el centro, Adolfo Suárez con el CDS luego de haber dejado la UCD, Francisco Fernández Ordóñez, Rosa Díez con UPyD, y Albert Rivera con Ciudadanos.

Adolfo Suárez “prefería que lo quisieran menos y lo votaran más”, con un partido finalmente diluido y que desde su dialéctica público-privada respondía más a una opción conservadora que liberal, propia de su ascendencia histórica. No así Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Hacienda y Justicia con la UCD de Suárez y luego de Exteriores con Felipe González en el PSOE, con quien firmó Maastricht (1992) y quien en su cultura socialdemócrata, era ambivalente en el bipartidismo de la época. Volvió a diluirse el centro de Rosa Díez con UPyD en 2016. En opinión de algún analista por no asumir su naturaleza. Por su incapacidad de pactar acuerdos con otros, planteando el criterio de que los demás debían aceptar sus condiciones. Colocada en la postura del “no a todo” y creyendo que todos se equivocan. Incluso su propio votante, que no valoraba su puridad ante la corrupción y su esfuerzo ante la desventura.

Postura que podemos entender lógica en la confluencia ideológica derecha-izquierda, lo mejor siempre de ambas opciones, pero que genera una estrategia de mediación y tibieza, letal en las turbulencias que se ocasionan en las épocas de crisis. Ciudadanos triunfó al contrario, por ofrecer claridad ante el conflicto catalán, contra la actitud dubitativa del resto de las opciones constitucionales. En las elecciones nacionales devoró a UPyD y con ello heredó los traumas del centro. Señalan sus críticos que éstos carecen de principios, son situacionales e incapaces de dar solución a los problemas, aunque los identifiquen. En los conflictos ideológicos se desorientan, mientras que en la economía se mantienen. Como hemos visto ante sus dudas ideológicas entre la socialdemocracia y el liberalismo, cuando ambos ocupan espectros coincidentes, a caballo entre izquierda y derecha. Vemos cómo su “complejo ante el franquismo” ha roto la transversalidad de su mensaje. Cuando por naturaleza debieran oponerse a la falta de reciprocidad, que tanto aplican las izquierdas. Repetiría los problemas que disolvieron a la UPyD, hoy escondidos bajo el trauma catalán.

Un problema generalizado para gobernar el “pentapartido” español, que exige cultura de acuerdo. En primer lugar constitucionales ante la nación y luego ser capaces de gobernar para atender las exigencias del ciudadano. España ha generado una cultura política que entiende el acuerdo como una rendición, una negación de sus principios. Superar las ideologías centradas en el juego nacional que no es poco y luego la economía. Aquí al servicio del ciudadano y en la dialéctica público-privada. Sólo desde aquí podrá el centro recuperar su transversalidad y moderación, desligado de la sobrecarga ideológica, donde todas las batallas las tiene perdidas.

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