el charco hondo

El acróbata

El país no está en manos de quienes ya saben qué van a votar. Tampoco en las de aquellos que se acercarán a los colegios electorales porque abstenerse les sabe mal o fatal -irán a regañadientes, pero lo harán-. Este país no está en manos de militantes, cargos públicos, simpatizantes, responsables orgánicos, apoderados o interventores. Este país no está ahora mismo en manos de convencidos o movilizados. España está en manos de quienes no tienen intención alguna de cruzar la calle para acercarse al colegio electoral. Esos son los que tienen la sartén por el mango. Esos los que van a decidir qué partidos llenarán los despachos de ministros y secretarios de Estado. España está en manos de los desmovilizados, y los desmovilizados están desmovilizados porque quien ahora les pide que se movilicen para cortar el paso a las derechas ha sido el mismo que ha movilizado a esas derechas que ahora pretende frenar pidiendo que se movilicen aquellos a los que él ha desmovilizado. Las acrobacias de Sánchez han terminado exhumando a esa derecha extrema que entrará a caballo en las Cortes, galopando sobre la mala hierba que abonan el enfado, el hastío, el castigo y la simplificación. Y ahora, con las derechas motorizadas, el acróbata pide una movilización para evitar que gobiernen aquellos a los que él ha engordado. El drama de los socialistas es que un ejército desfila por bautizos, bodas y entierros explicando que maldita gracia les hace que Vox amanezca imprescindible para la gobernabilidad, pero acto seguido sentencian que votarían al PSOE pero a Sánchez jamás, porque no pueden con él. Es ahí donde los socialistas tienen su principal boca de agua. Su problema es que a Sánchez se le da muy bien movilizar a la derecha, pero no a la izquierda. Ahora que Rivera ha elegido circular por la derecha, el centro está despejado por si alguien quiere ocuparlo. Los socialistas lo van a tener muy difícil. El acróbata no tiene fácil levantar del sofá a una legión de progresistas que coinciden en una misma reflexión. Sánchez ha cebado a las derechas, y ahora nos viene con el cuento de que si las derechas llegan al Gobierno no será por su culpa, sino por culpa de quienes se queden en casa -así o más o menos así se escucha en bautizos, bodas y entierros-. El país está en manos de los desmovilizados, y no huele a que el acróbata sea capaz de movilizar a quienes él ha desmovilizado movilizando a las derechas.

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