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Tocando el cielo desde lo más alto de España

El ascenso a la cima nacional (3.718 metros) y sus vistas espectaculares de Tenerife y casi todo el archipiélago, una de las actividades estelares de Volcano Teide
Tocando el cielo desde lo más alto de España
Tocando el cielo desde lo más alto de España

Nueve de la mañana, base del Teleférico del Teide, a 2.250 metros de altitud. Davinia Luis Hernández, guía de Volcano Teide Experience, hace recuento de las personas que ese día van a subir a lo más alto de España. Con ella seremos 18, de los 40 que tienen los diferentes guías como cupo máximo para realizar la actividad, que está sujeta a 140 permisos diarios (100 pueden ir por libre) que da el Parque Nacional para poder llegar hasta el pico, ya sea a utilizando el Teleférico o a través de Montaña Blanca.

Una vez dentro de la cabina en ocho minutos alcanzamos la Rambleta, a 3.555 metros, desde donde parte la ruta 10 que lleva el nombre del conocido geólogo orotavense Telesforo Bravo, quien tanto ayudó a conocer y valorar los orígenes de tan singular paraje. Desde allí ya se divisa la inmensidad de las siete cañadas y las islas de Gran Canaria, La Gomera, La Palma y escasamente El Hierro, por la presencia de nubes bajas. Apenas hay viento y la temperatura no supera los tres grados, una sensación de frío que va decayendo a medida que comenzamos a subir, cual escalera, los peldaños que nos llevan casi a tocar el cielo. Son apenas 650 metros de ascensión para salvar un desnivel de 163 metros, hasta llegar a la cima ( 3.718 metros) a través de un camino que se asemeja en su tramo más duro -casi a la mitad- a los escalones de una escalera, por lo que se recomienda llevar un palo para apoyarse o al menos ir con cuidado para evitar cualquier caída, y sobre todo con paciencia para evitar la aceleración del corazón ante la cada vez menor presencia de oxígeno.

Davinia Luis, en un pequeño ensanche del sendero, recuerda la historia volcánica de las Islas y en concreto de cómo se formó Las Cañadas tras el hundimiento de un volcán de seis mil metros de altitud que se fue al fondo del mar, dejando al Teide como el pico más alto del mundo si contamos su altitud desde la plataforma marina. La explicaciones de Davinia, en inglés y castellano, terminan recordando que hace 500 años que no hay erupciones volcánicas en Las Cañadas, pero que la estadística recoge que cada 100 años hay una en la Isla, “aunque ya llevamos 110 sin ninguna, tras la del Chinyero en 1909”, recuerda sin ánimo de asustar.

El Teide sigue siendo un volcán semidormido, y se nota nada más poner pie en el borde de su pequeño cráter, si lo comparamos, por ejemplo, con el del Pico Viejo. Allí hay rendijas entre las piedras que superan los 30 grados, capaz de quemarte la mano, fumarolas que impresionan y un a veces insoportable olor a azufre, todos esos elementos seguidos casi a diario por técnicos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) e Involcan, que aquel día recogían muestras de los aparatos que tienen situados del interior del volcán. Como para conocer el pulso sísmico de la Isla impermeable por los más de 400 volcanes que tiene en su seno.

Tras superar lo peor del camino, la llegada al cráter, tras casi una hora de ascensión, alivia cualquier signo de cansancio y dolor, al sentirse que uno está tocando el cielo con sus manos. Si desde la Rambleta las vistas impresionaban, desde el pico, esa sensación aumenta al ver todo el contorno de la isla de Tenerife salpicada por juguetonas nubes blancas entre el inmenso azul del mar y el cielo.

Tras quince minutos inmortalizando la conquista de la cima, el grupo de excursionistas de Volcano Teide Experience, con ánimos renovados y satisfacción en el rostro comienza el descenso, como si volviéramos a poner el pie en La Tierra.

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