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¿Y ahora?

Todos los Gobiernos que han reconocido a Juan Guaidó como presidente pro tempore de Venezuela, en aplicación de la Constitución bolivariana de 1999, le han urgido a convocar elecciones presidenciales cuanto antes para proveer una Presidencia que se considera vacante. Ahora bien, ¿son materialmente posibles esas elecciones aquí y ahora? Y, sobre todo, ¿podrían ser democráticamente homologables? Porque, más allá de la retórica política y diplomática, se impone analizar las condiciones a las que estarían sometidas tales elecciones y bajo las cuales tendrían que celebrarse.

En primer lugar, hoy por hoy ni la Asamblea Nacional ni su presidente controlan el aparato del Estado, que permanece en manos del chavismo. Deben elegir un Consejo Nacional Electoral alternativo al que controla Maduro. Pero, ¿tendrá ese Consejo capacidad -y poder- para intervenir todas las mesas electorales, garantizar su funcionamiento democrático y la limpieza y fiabilidad de los recuentos? El chavismo tiene una enorme y decisiva experiencia -y demostrada capacidad- para manipular las elecciones y adulterar sus resultados; y, pase lo que pase, ni va a desaparecer de la escena política venezolana ni va a dejar de estar armado. Hoy, como ayer, todo depende de la actitud del ejército: hasta ahora las deserciones y los pronunciamientos favorables a Maduro han sido más que minoritarios y meramente anecdóticos.

Después, habrá que resolver cuestiones fundamentales, como son el desarrollo de la campaña electoral, su duración y el acceso a los medios de comunicación, diezmados y controlados por el chavismo; el sistema de votación, su libertad y su secreto; el voto de los tres millones y medio de venezolanos que han huido del país, y muchas otras. Por primera vez en mucho tiempo, la oposición está unida, pero el chavismo también lo está. Y, en contra del mantra que repiten muchos demócratas despistados y según han corroborado repetidamente los chavistas, unas elecciones, por sí mismas, no garantizan democracia alguna: todo depende de cómo se celebren, del sistema que se aplique y de quiénes lo apliquen.

Estamos dando por hecho que Juan Guaidó -o Leopoldo López- serán candidatos y resultarán elegidos. ¿Y si no lo son? ¿Está descartado que triunfe un candidato chavista? ¿O que se desate una controversia grave sobre los resultados? ¿Rusia, Irán y Turquía van a permanecer como simples observadores pasivos?

Por otra parte, Maduro se prepara para convocar elecciones parlamentarias -fraudulentas- a la Asamblea Nacional, aunque el mandato de la actual no concluye hasta 2021. Sería su respuesta a la petición de celebración de elecciones, y su forma de intentar controlar también la última institución política venezolana que se le resiste y privar así de legitimidad a su actual presidente, Juan Guaidó. Esta hoja de ruta se completaría con consolidar el estricto control de las fuerzas armadas e intensificar la represión violenta de la oposición.

La situación se ha enquistado. Y una transición que depende de un ejército como el venezolano no solo se aleja del modelo español; se convierte en inviable.

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