despuÉs del paréntesis

Coincidencias

Vi llorar a la señora. “Mi niña subió al avión”, decía. Una hora y cincuenta y cinco minutos después de la despedida se enteraron: el avión había explotado y ni un superviviente. Corrieron desesperados a la terminal, habrían de confirmar la desgracia: 157 muertos, según el primer balance de cifras. Pero de manera insólita alguien se movió entre la multitud y cayó en brazos de la madre. La joven estaba viva. Décimas de segundo y la providencia decidió. Fácil es imaginar a la chica pelear airadamente con el personal de reservas de la compañía. Adujo que robarle tres horas de sus vacaciones no lo perdonaría. Mas las mañas de las aerolíneas (el overbooking) así lo decidieron: le perdonaron la muerte. La lógica es implacable y confirma. Porque los aviones despegan sin problemas con pasajeros. Hay días en los que es mejor no levantarte de la cama, me dijo una amiga hace unos días. Verdad, pero tú no lo sabes hasta que los días son. Por ejemplo, en fecha señalada de verano decides ir a Las Teresitas. Le prometiste a tu hijo Rubén un helado y está bien. Cosas que hacer al aire libre: no escribir notas con lápiz en la libreta que te acompaña sino… Metes en la bolsa que cargas al hombro la toalla, la cartera (en la que conservas, sin abrir, el sobre con el código secreto de la Visa que te dio el banco por el ajuste equis), la Mont Blanc, unas Prada… Bastó medio minuto de despiste para remojarte en el borde con tu retoño y las pertenencias desaparecieron. ¡Un desastre! Todo funciona de manera milimétrica; un millón de eventualidades se mueven de forma perfecta. No importa que racionalmente sea imposible que las sumas se ajusten. La sabiduría prueba que las matemáticas son previsibles, la existencia no. Es decir, es posible que te encuentres con alguien que ni quieres ni te apetece ver en tu vida en la calle más recóndita y perdida del mundo. Así que no te dejan subir a un avión con un billete en la mano, insultas a la dependienta que reparte las tarjetas de embarque ¿y…? Lo que no comprenderemos jamás los seres humanos es la endemoniada cólera de lo absurdo, la chiripa de todos los supuestos juntos con que las cosas suceden. O lo que es lo mismo, una cosa es lo que declaman los muertos y otra lo que contamos los vivos. Triste historia que dejará un hueco enorme en los que vieron partir o esperaban a los que subieron al Boeing 737. Muertos inocentes, se dirá. El destino decide. Siempre las coincidencias eligen para que el recuerdo se enquiste en la memoria de los supervivientes.

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