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El prolapso uterino en la mujer de Nepal

La presencia de una matrona profesional es sumamente importante para la calidad de vida de las mujeres embarazadas

Sin duda, y ante las carencias sanitarias que tienen muchas aldeas rurales de Nepal, la presencia de una matrona profesional es sumamente importante para la calidad de vida de las mujeres embarazadas. También, para enseñar la importancia que tiene la educación sexual e higiene antes y después del embarazo. También, la de un ginecólogo, el cual controla durante el embarazo a la mujer en estado de gestación.
Es por ello, que hay una gran diferencia entre los servicios que presta una matrona capacitada y los que presta una partera tradicional sin formación. La persona capacitada sabrá cómo prevenir y tratar las complicaciones que surgen durante el embarazo y en el momento del alumbramiento, y sabrá proporcionar después cuidados postnatales a la madre y al bebé.
La discriminación de género sistémica y generalizada que sufre Nepal ha provocado que cientos de miles de mujeres padezcan un problema de salud reproductiva que les causa un enorme dolor, les impide realizar sus quehaceres diarios y, a menudo, las somete al ostracismo por parte de su familia y su comunidad. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional en un nuevo informe.
El prolapso uterino –una enfermedad debilitante en la que el útero desciende de su posición normal para albergarse en la vagina- se arraiga en una discriminación que ha limitado severamente la capacidad de las mujeres y las niñas para tomar decisiones sobre su vida sexual y reproductiva. Los duros entornos de trabajo, los matrimonios precoces y el tener demasiados hijos contribuyen a este problema.
“Se trata de un problema urgente de derechos humanos. La incidencia generalizada del prolapso uterino en Nepal procede de la arraigada discriminación contra las mujeres y las niñas, que los gobiernos sucesivos no han abordado adecuadamente”, ha manifestado Madhu Malhotra, directora del Programa sobre Género, Sexualidad e Identidad de Amnistía Internacional.
“Cientos de miles de mujeres sufren innecesariamente en Nepal hoy día. Para abordar el problema, los gobiernos sólo han tomado medidas simbólicas, que no han venido seguidas de acciones concretas para reducir los factores de riesgo para mujeres y niñas.”
El informe, titulado Unnecessary Burden: Gender discrimination and uterine prolapse in Nepal, se basa en la amplia investigación sobre el terreno realizada en Nepal, una investigación que ha incluido entrevistas con mujeres, niñas y hombres, activistas en favor de los derechos de las mujeres, médicos especializados y autoridades gubernamentales.
El prolapso uterino es un problema de salud global, pero especialmente extendido en países como Nepal, donde la discriminación de género es alta y el acceso a atención médica es limitado. Una estimación cautelosa de la ONU sugiere que la enfermedad afecta al 10 por ciento de los 13,6 millones de mujeres de Nepal, pero esta cifra podría ser mucho más alta en algunas regiones.
Al contrario que en el resto del mundo, donde el prolapso uterino es más habitual entre mujeres de más edad, muchas mujeres nepalíes desarrollan el problema cuando aún no han cumplido los 30.
El prolapso uterino es sumamente doloroso; muchas de las mujeres que lo sufren no pueden realizar el pesado trabajo físico que normalmente tienen que realizar ni levantar las pesadas cargas que a menudo se ven obligadas a levantar, o ni siquiera pueden sentarse cómodamente o caminar.
Además, el problema está rodeado de un considerable estigma social. En ocasiones, las mujeres, cuando sufren demasiado dolor para realizar el trabajo que se espera de ellas, se ven sometidas al ostracismo o son calificadas de “vagas” por sus familias y comunidades. La investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional concluyó que, a menudo, las mujeres no pueden buscar atención médica, o hablar siquiera de su dolor, o son reacias a hacerlo.
Kopila, de 30 años y madre de cuatro hijos, que vive en el oeste de Nepal, tuvo su primer hijo a los 18 años, y vive con ese trastorno desde los 24. Su esposo le ha impedido buscar atención médica, y la ha obligado a realizar pesados trabajos físicos durante los embarazos y después de ellos.
“[Cuando empecé a sufrir el prolapso uterino] empecé a sentir dolor en la espalda y en el estómago, y no me podía poner derecha, ni sentarme, ni trabajar. Me duele la parte inferior del abdomen y, generalmente, me duele la espalda cuando hago trabajos pesados. Cuando estornudo se me sale el útero”, dice Kopila.
El prolapso uterino se debe a múltiples causas, entre ellas dar a luz a una edad temprana, tener muchos hijos en un espacio breve de tiempo, una nutrición inadecuada, falta de acceso a personal de salud cualificado durante el parto, y verse obligada a realizar trabajos físicos durante el embarazo o poco después.
Pero, en el corazón del problema, yace la persistente discriminación contra las mujeres y las niñas que los sucesivos gobiernos nepalíes no han abordado.
A las mujeres y las niñas se les niega, en esencia, el control sobre su cuerpo y sobre su vida. Muchas no pueden decidir si quieren casarse o tener hijos, o cuándo hacerlo, si utilizar métodos anticonceptivos o cuántos hijos tener. Además, a menudo no está en sus manos garantizar que tienen acceso a una atención médica de calidad durante el embarazo.
La discriminación pone también a las mujeres y las niñas en peligro de sufrir violencia intrafamiliar, incluida la violación conyugal. El prolapso uterino a menudo hace que las relaciones sexuales sean dolorosas, pero tanto hombres como mujeres describieron a Amnistía Internacional que las mujeres no pueden negarse a mantener relaciones sexuales con sus esposos.
Las organizaciones nepalíes de la sociedad civil, especialmente los grupos que defienden los derechos de las mujeres, llevan años trabajando para llamar la atención del gobierno hacia este asunto. Su labor dio lugar a que, en 2008, el Tribunal Supremo resolviera que el elevado índice de prolapso uterino en el país constituía una violación de los derechos reproductivos, y ordenara al gobierno que abordara la situación.
Sin embargo, hasta la fecha los esfuerzos de los sucesivos gobiernos nepalíes por abordar la prevención del prolapso uterino y la discriminación de género han sido insuficientes.
Las políticas existentes sobre salud materna y reproductiva no abordan todos los factores de riesgo y tampoco abordan de manera efectiva la discriminación subyacente. Las políticas existentes apenas se aplican, si es que llegan a aplicarse en absoluto.
No existe absolutamente ninguna estrategia general de prevención del prolapso uterino. Hay un borrador de estrategia, que incluía algunos elementos de prevención, que lleva desde 2008 pendiente de que el gobierno lo adopte: un indicador de la terrible falta de atención oficial.
Esta demora y esta falta de urgencia reflejan la ausencia de coordinación y de voluntad política entre los ministerios correspondientes de Nepal, que en sus entrevistas con Amnistía Internacional no estuvieron en absoluto dispuestos a asumir la plena responsabilidad de la prevención del prolapso uterino.
Los esfuerzos del gobierno se han centrado principalmente en proporcionar cirugía (principalmente histerectomías) para los casos muy avanzados: un enfoque limitado que no hace lo necesario para prevenir el problema.
“Nepal necesita urgentemente un plan general para prevenir el prolapso uterino, con el fin de reducir el número de mujeres y niñas que sufren este trastorno. Los ministerios tienen que dejar de pasarse la pelota, y deben asumir la responsabilidad de algo que afecta a cientos de miles de personas”, ha manifestado Madhu Malhotra.
“Nepal ha sufrido una prolongada crisis política, pero eso no puede servir de excusa para la inacción. El nuevo gobierno de Sushil Koirala tiene ahora la oportunidad de prestar al prolapso uterino la atención que requiere. El primer paso consiste en reconocer públicamente que se trata de un problema de derechos humanos.”
“Todo plan de prevención debe incluir medidas efectivas para abordar la discriminación de género, y debe garantizar que las mujeres y las niñas conocen el problema del prolapso uterino y están empoderadas para tomar decisiones sobre su cuerpo, su salud y su vida.”

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