el charco hondo

Escraches

Han calentado la campaña igual que se calienta un partido de fútbol, tirando de idéntico manual, a conciencia, echándole de comer a la crispación, cebándola, sembrando tensión; y cuando se calienta, ceba y siembra mala hierba, normalmente las cosas acaban torciéndose. En el fútbol ocurre a menudo. Semanas o días antes la prensa calienta el partido -un clásico o el derbi de turno- disfrazando un evento deportivo de guerra, infierno y duelo al anochecer. No solo los locutores. También los equipos (especialmente el de casa, para hacer taquilla) circulan vídeos que tienen en el fuego, las armaduras y las cruzadas su hilo conductor. Sofocan a la afición, que adecuadamente horneada convierte los alrededores de los estadios en campos de batalla. Llegan los altercados y, entonces sí, prensa y clubes lamentan que algunos conviertan un encuentro de fútbol en una guerra de guerrillas. Los estrategas de los partidos, candidatos y portavoces han calentado la campaña igual que locutores deportivos, jugadores y clubes calientan los encuentros de fútbol. No más, pero tampoco menos. Ideas, razones, argumentos, propuestas o modelos de sociedad son ya insuficientes para movilizar al electorado. Los partidos han puesto todas las fichas en la casilla de las emociones. Y como la competencia se ha multiplicado con la llegada de otros actores, se embarcan en el pecado de calentar el partido demonizando al adversario, incendiando las redes, instalándose en un lenguaje belicista, abusando de verbos gruesos o afirmaciones que destrozan las líneas rojas, sobrevolando dialectos guerracivilistas y volviendo al pasado para echar alcohol en las heridas; y cuando simpatizantes y espontáneos han alcanzado la temperatura buscada, entonces sí, los líderes se echan las manos a la cabeza porque se suceden episodios indeseables en los que los candidatos son insultados, los actos boicoteados, las sedes dañadas o la campaña electoral humillada con altercados. Episodios absolutamente deleznables e intolerables, sí, de acuerdo, pero bien harían esos líderes en ir más allá de la condena. No está de más que se pregunten quién o quiénes han calentado el partido o, en este caso, una campaña electoral tan sucia que está dando vergüenza ajena y ridiculizándonos como país.

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