viernes a la sombra

Movilidad urbana sostenible

Desaparecen los plásticos, se imponen los coches eléctricos, se suceden incontenibles los avances tecnológicos

Desaparecen los plásticos, se imponen los coches eléctricos, se suceden incontenibles los avances tecnológicos, los jóvenes se toman muy en serio el cambio climático -porque no hay planeta B-, la intercomunicación es cada vez más ágil -en el incendio de Notre Dame, las redes sociales fueron por delante- y todo se hace ya en clave de sostenibilidad. La sociedad experimenta sus cambios y su evolución a ritmo de vértigo y el tiempo que nos ha tocado vivir -a veces sin darnos cuenta-, con esos y otros factores determinantes, es apasionante.

Por eso importa todo cuanto se relacione con los modelos de desarrollo, con la planificación y la implementación efectiva de la gobernanza. Estamos en los albores de una nueva era y es preciso andar preparados para ofrecer respuestas a las inevitables exigencias que van apoderándose de los nuevos escenarios.

Un ejemplo: la movilidad urbana. Andamos en las islas no conscientes del todo con la carga que sufre el territorio y sus derivadas. Algunas sufren ya un claro colapso de algunas de sus infraestructuras viarias. Crece el parque móvil, pero son las mismas carreteras, lo que es igual a un problema de insuficiencia. Cuando hay una concentración horaria o un accidente de circulación, se resiente todo, se alteran un montón de esquemas: desde el retraso para un desplazamiento aéreo a la demora o incomparecencia a un examen o a una consulta médica (el alivio apreciado estos días en el tráfico de las autopistas tinerfeñas debería ser estudiado para pergeñar posibles soluciones).

En Bilbao, el pasado mes de febrero, se habló de movilidad sostenible en el curso de un congreso internacional. Dijo el presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Abel Caballero, que es necesario “cambiar esa cultura que heredamos” con respecto a los territorios y las ciudades, de manera que no obliguen a los ciudadanos a afrontar diariamente grandes desplazamientos, en tanto que, a su vez, implementen nuevas alternativas de movilidad sostenible. Las grandes tecnologías serán clave en ese doble propósito. El congreso se saldó con una Declaración que ojalá no quede en eso, en una formulación teórica de intenciones, sino en una referencia de clara vocación pragmática que impulse los cambios y los comportamientos que se pretenden. En sintonía con resoluciones ya aprobadas o en marcha, como la Nueva Agenda Urbana, los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, el primero de los compromisos asumidos es que los gobiernos locales y territoriales se comprometen a crear espacios de diálogo y participación ciudadana con el fin de nutrir la toma de decisiones en materia de movilidad urbana. A ello se añade que “el sector privado, académico y organizaciones de la sociedad civil se comprometen a ser partícipes de este sistema de gobernanza”. Una prueba es que las empresas de transporte automoción y energía habrán de orientar de forma progresiva sus procesos de diseño y producción hacia medios de transporte sostenibles, de mínimo impacto ambiental, seguros y eficientes. Y otra, a tener en cuenta por la parte que nos toca: los gobiernos locales habrán de fomentar el uso del transporte colectivo “garantizando que sean asequibles y que cuenten con una adecuada cobertura horaria y territorial”.

Está claro: no hay que perder tiempo.

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