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Palabras

Alguien ha ganado una fortuna en N.Y. por un artículo de 300 palabras, las mismas que yo escribo todos los días aquí. Una vez, no hace mucho, fue convocado un concurso universal a ver qué palabra era la más hermosa. Ganó la más bella, la propia palabra. Nadie debería escribir artículos de más de 300 palabras para que todo el mundo pudiera leerlos de un tirón, sin molestarse ni agobiarse. La noche del Puerto, en la que estoy inmerso, es silenciosa, lo contrario que el día, ruidoso y poluto. Hasta mí llega el ruido del mar, que en la Punta del Viento choca contra las piedras y salpica de maresía el paseo, sobre el que se relamen la sal los turistas. No hay palabras suficientes para definir este mar, ora tranquilo, ora nervioso, que da forma al espectáculo más bello jamás contado. El Puerto tiene muchas historias aún por revelar, muchas palabras han de ser gastadas en glosar sus siglos de agonías y de cuentos. También es preciso contar con la imaginación maledicente de los portuenses, que todo lo cambian y lo exageran. Mariano Daranas escribió el más bello artículo que jamás leí sobre las frondas del Valle, que jamás se decoloran y siempre se arremolinan, y sobre la espuma blanca de la costa, que le da al mar, al tocarla, ese aspecto níveo y raro que provoca el choque entre el agua y la piedra. En un horizonte tan lleno de promesas que no se van a cumplir, prefiero escuchar el ruido cercano del océano, lleno de olas y de calmas, que aquí nunca se sabe porque este norte es mucho norte, aunque las islas, en realidad, no tienen muy definidos sus puntos cardinales. A mí no me darán 30.000 euros por un artículo de 300 palabras, porque yo no vivo en Nueva York.

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