el charco hondo

Yo soy más de no irme al sur

"A diferencia de los indecisos, los decididos han dejado de prestar atención a la campaña. Ni les va ni les viene. Pasan olímpicamente de escuchar o leer lo que cuentan los candidatos o sus subalternos"

El decidido lo tiene claro, sabe lo que va a hacer. Al decidido no le ronda margen de duda, está seguro de que no cambiará de opinión. Él sabe qué y a quién va a votar. Caso cerrado. Punto final. Fin de la cita. El decidido es la cara de la moneda, y deja la cruz para el indeciso. A diferencia de los indecisos, los decididos han dejado de prestar atención a la campaña. Ni les va ni les viene. Pasan olímpicamente de escuchar o leer lo que cuentan los candidatos o sus subalternos. Van a su bola. El decidido empieza hoy sus vacaciones de Semana Santa. Lo hace sintiéndose libre de eslóganes, debates o entrevistas a los aspirantes. Como el animal, el decidido conoce. Sabe que los partidos han caído en la cuenta de que estos días en las ciudades no hay un alma por la calle. Se huele que los jefes de campaña comprarán a sus candidatos cholas, gorra y crema protectora para que se vayan de playa, a cazar indecisos, a cogerlos con la guardia y la barriga bajadas. Yo es que, a diferencia del decidido y de lo que me pasa en carnavales, soy más de no irme al sur estos días (gracias, Naima); pero a él no le va lo de bajar a El Médano. A quién se le ocurre. Con el gentío que hay estos días por allí. Un ejército de puenteros apelotonados contra el paseo de madera cuando toca marea alta en horas del mediodía, formando un muro de bolsos, parasoles, chiquillos y neveras que ya quieran los de Winterfell. Qué necesidad de ir a El Médano este fin de semana, con 200.000 vecinos de Santa Cruz buscando mesa en el Veinte 04. Bastaría con clavar en la plaza de El Médano el Monumento a los Caídos para estar como en casa. Pero al decidido le da igual. Eso sí, no quiere que lo molesten. No está dispuesto a que los candidatos le toquen el hombro cuando eche una cabezadita sobre la arena. Tampoco va a permitir que le metan un folleto en la jarra de cerveza. Eso no le va pasar. El decidido se ha comprado una gorra, una toalla, una camiseta y un bañador, y ha serigrafiado una leyenda: Yo ya decidí mi voto, no me den la lata.

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