el charco hondo

¡Con Rivera, no!, ¡con Sánchez, no!

Los indecisos lo tenían más claro que los decididos. Sánchez supo jugar sus cartas. Con la inestimable colaboración de Vox para conseguir la movilización de los socialistas adormecidos, y con el imprescindible concurso de Albert Rivera para rebajar a Casado a la condición de uno más en el trío de las derechas, Sánchez tiene treinta y ocho razones de peso (tantas como escaños han crecido los socialistas) para que los espejos le devuelvan, ahora sí, la imagen de un caballo ganador. Eso sí, huele a que en los últimos días perdió algunos diputados que le habrían mejorado bastante el día después. Sánchez protagonizó una precampaña y un inicio de campaña de manual, excelente. Después vino el error que presumiblemente le ha arrebatado algunos escaños en el tramo final: la gestión de los debates. Patinó cuando quiso hacerlos coincidir. Perdió fuelle siendo ambiguo sobre un posible pacto con Rivera. Ambigüedad que resucitó a Iglesias en los últimos días porque muchos optaron por mudarse o volver a Podemos, para forzar a Sánchez a mirar a su izquierda y no hacia un Rivera a ratos abascalizado. Podemos ha retrocedido pero siendo llave ha crecido. Consciente de su desgaste, Iglesias se disfrazó de Íñigo Errejón para empatizar con simpatizantes perdidos, y lo logró. La expectativas generan espejismos, deforman la realidad. Los socialistas pasan de ochenta y cinco a ciento veintitrés escaños pero tienen la sensación de que se quedaron cortos. Iglesias sufre un retroceso notable pero la remontada los tiñe de vencedores. ¿Y ahora qué? La gran economía quiere un pacto PSOE-Ciudadanos, pero los militantes socialistas le dejaron un recado a Sánchez, ¡Con Rivera, no!, y los de Ciudadanos gritan desde sus casas, ¡Con Sánchez, no! Ciudadanos tuvo un crecimiento discreto que el batacazo del PP reconvirtió en éxito. Sale Rivera a pie del duelo con Casado y Abascal, pero pagando el precio de haber renunciado al espacio de centro. Sánchez publicitará en su momento (cuando pasen las autonómicas) que Rivera lo rechazó y que, en consecuencia, la gobernabilidad pasa por Iglesias, vascos y catalanes. Culpará a Rivera de haberlo forzado a pactar con independentistas. Esa cruz tendrá que cargar el líder supremo de Ciudadanos. Esa será la mochila de plomo que Sánchez endilgará a quien ahora irá a por el PP para enfriar el efecto Vox y convertirse, abascalizado a ratos, en el arquitecto que reconstruya la derecha.

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