el charco hondo

El buzón lleno

La campaña electoral que comenzó anoche terminó ayer. La campaña ha empezado acabando. La cabeza de quienes irán a votar el veintiséis de mayo es un buzón de voz lleno, no permite dejar grabados más mensajes. Colapso. Sobrecarga en la red. El diferencial del cuadro eléctrico le ha saltado a indecisos o decididos, simpatizantes e indiferentes, adultos contemporáneos, también a quienes están a las puertas de debutar en las urnas, a las suegras, cuñadas, abuelos o primos por parte de padre. Los destinatarios de eslóganes, propuestas y otras balas de fogueo están exhaustos, no pueden procesar más información, fin, game over. Oyen pero no escuchan. Miran pero no ven. El personal está agotado. Zapea. Cambia de conversación. Huye. Como lo canta Joaquín Sabina, a estas alturas lo que la gente percibe es ruido. Mucho, mucho ruido. Ruido de ventanas, nidos de manzanas. Tanto, tanto ruido y al final por el fin. Y con tanto ruido no escucharán el final. Colapso, sobrecarga y saturación alimentadas por periodos electorales mal regulados, desfigurados por unas reglas del juego tan arcaicas como absurdas e injustas; leyes electorales estúpidamente permisivas en según qué cosas o restrictivas en según qué otras. ¿Está el pescado vendido? En grandísima medida, sí. Habrá quien haya votado una cosa el veintiocho de abril y tenga claro que votará otra cosa el veintiséis de mayo. Habrá quienes se hayan arrepentido de haber prestado su voto a un partido diferente al de otras veces, y ahora vuelva a su papeleta de siempre. Habrá quien lo tenía y tiene claro, sin más. Y sí, hacen bien los partidos echando el resto en los minutos de descuento, qué otra cosa pueden hacer ante un escenario tan abierto, sobre un tablero envenenado, conscientes de que medio escaño o un cuarto de concejal pueden cambiar el final de la película. Ahora bien, lo tienen difícil o imposible para multiplicar panes, votos o peces. El personal está electoralmente reventado, fatigado, psicológicamente fundido. Impermeable. Sordo. Ciego. Quienes cambien de opinión de aquí al veintiséis de mayo serán pocos. Pero pueden cambiarlo todo. De ahí que los partidos se vacíen. No lo tendrán fácil. En la grada el público tiene el buzón de voz lleno. No queda espacio para más mensajes. La campaña electoral que arrancó anoche ha terminado. De aquí a las urnas sus oídos ya solo percibirán ruido. Y con tanto ruido no escucharán el final.

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