en la frontera

¿Se desmorona el centro político?

De un tiempo a esta parte, la tendencia a la radicalización en la vida política es uno de los fenómenos más característicos del panorama político general. No solo en España. En Gran Bretaña, Alemania o Estados Unidos, por ejemplo, el giro hacia el extremo por parte de algunas formaciones tradicionales refleja una peligrosa tendencia que alimenta demagogia y populismo por doquier. Aquí, la presencia de Vox ha permitido al PSOE lo que parecía imposible, ser percibido por ciertos sectores, a pesar de su radicalismo, como una opción moderada, al menos tácticamente. Los partidos tradicionales, también en los Estados Unidos de Norteamérica, que de una u otra forma han practicado políticas moderadas, están siendo desafiados por estrategias ideológicas de extrema derecha y extrema izquierda. España no es una excepción. Ahí están Vox y Podemos.

Tal panorama es complejo y, en parte, alimentado por las políticas de los últimos años, carentes, en buena medida, de sensibilidad social. Tiene bastante que ver, me parece, con una determinada forma de entender el centro político y la realización de políticas centristas. En efecto, durante mucho tiempo se ha pensado que el centro no era más que un talante o estilo de hacer política a partir del diálogo y el acuerdo. Sin embargo, el centro es mucho más que pura forma. Es verdad que la metodología del entendimiento es capital para este espacio político. El problema aparece cuando el consenso y el acuerdo pierden su carácter instrumental y se convierten en el fin. En el único fin de la política.

El espacio de centro no es solo un talante, no es solo un modo o forma de hacer y estar en la política. Quienes así piensan, quizás lo hagan porque entienden que esta posición política, en las antípodas del pensamiento de confrontación que trajeron las ideologías cerradas, no es susceptible de caracterización propia y se reduce únicamente a un estilo o modo de estar en la política de manera abierta y dialogante. No estoy de acuerdo, sencillamente porque el espacio del centro político es algo más, mucho más. En efecto, reducir el espacio de centro a la categoría de forma o talante sería casi equivalente a reducir la condición de demócrata a lo mismo. Claro que existe un talante democrático. Ahora bien, presumir de ese talante es una cosa y otra bien distinta es ser demócrata de verdad.

El talante moderado, el espíritu conciliador y dialogante tienen un alto valor político. Pero en el espacio de centro lo decisivo es la realización de políticas efectivamente moderadas y el establecimiento efectivo y real del diálogo, algo que está muy lejos de lo postizo y artificial, del postureo del que ahora tanto se habla.

Sí, definitivamente, el centro es algo más. Mucho más que un talante, que una forma, que un estilo de estar y hacer política. Precisamente porque los centristas hoy han abandonado las convicciones profundas y escapan de los principios, por eso el centro parece desmoronarse. Sin embargo, es tiempo de recuperar las señas de identidad del centro, de recuperar el pensamiento abierto, la metodología del entendimiento, la sensibilidad social, el compromiso con la dignidad del ser humano, con la razón y con la mejora continua de las condiciones de vida de las personas. Estamos a tiempo de parar la vuelta al pasado, a la demagogia y al populismo, a los espacios de odio, de resentimiento y confrontación que se han aprovechado hábilmente de la tecnocratización del centro y de la llegada de líderes aburridos y practicones, insensibles y distantes de los problemas reales de la gente.

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