Las vacaciones no son para desconectar, al revés, dibujan días para conectar con las cosas que desatendemos o nos perdemos cuando estamos en las cosas del trabajo. Es la conexión con esas otras habitaciones de la vida lo que realmente define días o semanas en las que nos reencontramos con ratos, afectos, aficiones, ausencias, charlas tan anárquicas como luminosas, pausas, lecturas demoradas o interrumpidas, latidos, paisajes y deshoras; sobre todo con las deshoras. Hay quienes encuentran en el trabajo un refugio, una zona de confort. Y los hay que, al otro lado de ese espejo, trabajamos para comprar horas, tiempo, deshoras, ratos que den la espalda al reloj, deshoras que Cortázar traduciría al lenguaje de los cuentos. Incluso quienes trabajamos en lo que nos divierte necesitamos deshoras, sumergirnos en un tiempo fuera del tiempo, dejándolo correr con el reloj castigado cara a la pared, ignorándolo, guiándonos por las luces que pintan los días de verano, sordos al tictac. Las vacaciones son para desordenar el orden, pintan semanas con días sin nombre, horas sin números, mañanas que se hacen tardes o tardes que se hacen noches. Estos días no son para off, al revés, toca on. Toca conectar con todo lo que el trabajo desconecta.
Toca reencontrarse, buscarse sin dramatizar por no encontrarse. Toca caer en que estamos quitando demasiado tiempo al tiempo que realmente importa. Toca repensarse aunque finalmente no se llegue a grandes conclusiones. Los veranos son el puente que nos devuelve a la infancia, a la adolescencia propia y a la niñez del hijo que se nos está haciendo grande a la velocidad de su luz. Son días de on, no de off.
Desconectamos de disciplinas, prisas, decisiones, reuniones, dudas sobrevenidas, análisis, riesgos, protocolos y formalidades. Conectamos con nosotros y con los nuestros, con las vidas que se alejan cuando llega el curso con sus ritmos, letras y músicas. Las vacaciones son para dejar de hacer cosas. Para dejar de escribir a diario, por ejemplo. Para dejar la pantalla en blanco unas cuantas semanas. Para cambiar de conversación, para desatender las atenciones habituales. Son días para conectar desconectando, disfrutando de las deshoras, del desorden, de agendas y pantallas en blanco. Son días para conectarse mar adentro.