tribuna

Incompatibles

Se consuma la fractura entre Sánchez e Iglesias. Esto que se presenta como un cúmulo de incompatibilidades personales sería una buena noticia si fuera el anuncio de la desaparición de la política de bloques, pero me temo que no lo es. Durante los últimos cuatro años se nos ha estado diciendo lo contrario, haciendo ver el contundente triunfo de la izquierda sobre la derecha, abandonando la lucha por ocupar el espacio del centro político, que es el objeto principal del bipartidismo: disputarse el mensaje de la moderación antes que introducirse en el tormentoso ámbito de la radicalidad. Ya sabíamos que eran incompatibles. Lo hemos sabido desde el primer momento, cuando uno de ellos dijo que venía a conquistar el cielo y a acabar con la casta, como si se tratara de Jesús arrojando a los mercaderes del templo. Los platós de televisión se han contagiado de este frentismo y han situado a los protagonistas, unos contra los otros, a la izquierda o a la derecha de las cámaras, escenificando una división artificial más próxima a un frentepopulismo, del que todos abominan salvo los artífices de la memoria histórica. Esa imagen de las dos Españas, unidas en lo fundamental de su aglomerante ideológico, se ha ido diluyendo por culpa del anacronismo de mantener en vigor unos principios obsoletos, que se han desmoronado poco a poco en el mundo que nos rodea. Podemos permitirnos todo menos ser caducos y desfasados, que es lo que estábamos empezando a ser. El escenario de la esperanza bolivariana se ha venido al suelo. Los grandes aliados, como Argentina y Brasil, han desaparecido. Europa suscribe un acuerdo con Mercosur que fortalecerá el reconocimiento de los nuevos Gobiernos, y el propio Sánchez se apunta al resultado como si fuera un éxito personal. El panorama en la UE no es más optimista para la izquierda anticapitalista con la que hemos coqueteado hasta el momento, solo por sostener la postura frívola de sumar adeptos a la causa del progresismo. Tsipras se ha caído del Gobierno de Grecia y todo lo que huela a medidas heroicas frente a los ajustes abanderadas por Varoufakis ha fracasado. ¿Hacia dónde mirar ahora? Evidentemente, cada vez Sánchez e Iglesias son más incompatibles, pero no por disputarse el estar en la cresta de la ola por liderar el llamado frente de progreso, sino porque uno debe huir del otro como si tuviera la sarna para poder acreditarse resueltamente entre sus nuevos amigos europeos, los que han elegido a la señora Von der Leyen como presidenta de la Comisión. ¿Qué íbamos a hacer ante esto? Ahora hay que decir a esa militancia que gritaba “con Rivera no” que los amigos preferentes ya no son los de Podemos, que ya no nos “ajuntamos”. A lo único que aspiramos es a mantener una puerta abierta para que puedan pasarse, en una asombrosa operación de ósmosis política, todos los híbridos que han soltado amarras de los malecones donde estaban anclados, como los Errejones, los Espinares y algunos otros ejemplares que volverán a la casa común. Deben saber que tienen poco futuro. Serán capaces de desplazar de las listas a algún histórico, como Madina cuando cayó ante la avalancha de Irene Lozano que venía con la biografía del presidente bajo el brazo. Más porvenir no les veo, y ellos lo saben. Nunca ha tenido un recorrido largo el transfuguismo. Manuela Carmena tendrá una plaza en la almendra y poco más. De momento el capítulo se cierra y comienza una nueva etapa. Ahora se trata de renovar el argumentario y vestirse con otros ropajes. Fondo de armario hay suficiente en el partido socialista para hacerlo. No costará mucho trabajo. Que los paniaguados de los debates televisivos se vayan preparando para un cursillo acelerado de adaptación. Al enemigo ni agua, a partir de ahora.

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