el charco hondo

Los comedores de Sommaroy

La historia asomó a finales de junio. Según se publicó en infinidad de medios de comunicación, un pueblo noruego trasladó a las autoridades del país una propuesta para abolir el tiempo. Tal cual. Entre otros datos, la noticia destacaba que cursaron la solicitud argumentando que para ellos el tiempo no es una medida auténtica del tiempo (percepción compartida por los habitantes de Sommaroy, hasta el punto de que algunos de los trescientos vecinos de la isla decidieron colgar sus relojes en un puente). Así se contó a finales de junio lo que, como ayer se advirtió en la última página de este periódico, resultó ser una mentira concebida por publicistas. Millones de personas en el mundo dieron por cierto un relato que realmente escondía una excelente campaña de marketing. Muchos dieron por bueno que era factible instaurar una zona libre de tiempo. También se lo creyeron en la Consejería de Educación, y así se explica que, convencidos de que es posible abolir el tiempo, los responsables de ese departamento se fueran este último viernes de fin de semana, sin antes resolver el lío que habían provocado con los comedores escolares de verano. Puede que entusiasmados con que se pueda poner fin al tiempo, o en la creencia de que el tiempo ha dejado de ser una medida auténtica del tiempo, decidieron pasar a los ayuntamientos -ahora, precisamente estos días- la gestión de los comedores que salvan la vida a cientos de familias. Cambiar el modelo coincidiendo con las semanas en las que se constituyen las corporaciones locales, justo cuando las concejalías están sumergidas en transiciones de equipos o siglas, es una decisión que solo pueden tomar quienes han colgado los relojes en algún puente. Traspasar el servicio a los ayuntamientos con el Gobierno en funciones, o haberse cogido el fin de semana sin resolver tamaña disfunción, dibuja un error propio de quienes en la Consejería creyeron que es posible gestionar lo público en una zona libre de tiempo. Inconcebible. Incomprensible. No conformes con hacer el trasvase en el peor momento, la semana pasada tampoco se tomaron la molestia de reaccionar para reconducir la situación. Cuando centenares de niños dependen de ese servicio para garantizarse comer bien al menos una vez al día, si eso pasa, y ocurre, lejos de abolir el tiempo se debe ser consciente de que el tiempo lo es todo.

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