conversaciones en los limoneros

José Arturo Navarro: “A los políticos de hoy les regalaría ‘El Príncipe’, pero ellos no leerían a Maquiavelo”

Lo primero que se le ocurrió a José Arturo Navarro Riaño cuando vio que el embajador de los EE. UU. iba a ser acosado por la gente que se manifestaba frente al Parlamento de Canarias, fue sacarlo por una puerta trasera que pocos conocían y llevarlo, a pie, hasta el Gobierno Civil
José Arturo Navarro Riaño (Santa Cruz, 82 años en septiembre). | FOTO: Fran Pallero

Lo primero que se le ocurrió a José Arturo Navarro Riaño (Santa Cruz, 82 años en septiembre), cuando vio que el embajador de los Estados Unidos de América iba a ser acosado por la gente que se manifestaba frente al Parlamento de Canarias, fue sacarlo por una puerta trasera que pocos conocían y llevarlo, a pie, hasta el Gobierno Civil. Unos días después recibía una carta de agradecimiento de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos. José Arturo, comendador de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, cuyo prior en España es el cardenal Carlos Amigo Vallejo, se licenció en Químicas en la Universidad de La Laguna, impartió clases en La Salle y está diplomado en Heráldica, Nobiliario y Genealogía por el Instituto Salazar y Castro, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Cuando llegó la democracia, yo y unos cuantos más tuvimos que inventar el protocolo; no había nada”. Desempeñó las jefaturas de protocolo del Ayuntamiento de Santa Cruz, del Parlamento y del Gobierno de Canarias. Cuentan que, una vez, en la sala Gasparini del Palacio Real de Madrid tuvo que rociar la estancia con ambientador para que el rey no notara lo mal que olía un periodista que ejerce en Tenerife. José Arturo siempre llevaba un espray en el bolsillo.

-Tú repites constantemente en estos tiempos que este país está muy mal. ¿Por qué?
“¿Es que no lo ves? ¿No ves a una diputada dándole el pecho a su bebé en el escaño del Congreso y con el ama de cría esperándola en la rebotica? ¿No te das cuenta de que constantemente quieren eliminar la historia, aunque sólo la que no les gusta?”.

-Pues sí.
“Mira, una vez fui a la Ópera de París y formaba en la entrada un escuadrón de la Gendarmería, de gala, dando paso a los invitados. En ese momento transitaban por aquella alfombra los condes de París. Y alguien que iba conmigo, preguntó: “¿Pero esto no era una república?”. Un señor que pasaba por allí y oyó el comentario intervino con mucha educación en la conversación: “No, señor, los condes son Francia”, dijo”.

-La famosa grandeur, a la que hasta el general De Gaulle rindió tributo.
“Sí, señor, la grandeur; ahí tienes la diferencia con nosotros. ¿Qué pasa, que van a derribar lo que mandó a construir Luis XIV porque guillotinó a no sé cuántos? Es la historia y la historia, la buena y la mala, hay que respetarla”.

-El protocolo y la diplomacia dependen mucho de los reflejos de sus responsables. ¿No crees?
“Es preciso saber improvisar con elegancia. Yo me tuve que inventar muchas cosas, pero ahora ni siquiera los ujieres del Parlamento visten los uniformes de gala en las solemnidades. A los alumnos a los que enseño protocolo les recuerdo el río Sena. Se extrañan, pero yo les digo siempre: acuérdense del río que pasa por París, Se de sencillez y na de naturalidad”.

-¿Hay buenas escuelas de protocolo?
“No, una vez le pregunté a una chica cuál era la conclusión que había sacado tras graduarse en una de esas modernas escuelas, dirigida por argentinos. Me respondió: “Si quiere que le diga la verdad, lo único que aprendí es que tenía que ducharme todos los días”.

-¿Es cierto lo que se cuenta, que decías misa en tu casa con sacristanes de lujo como ayudantes, cuando eras muy joven?
“Sí, es verdad. Yo estuve a un paso de ser sacerdote. Y mis monaguillos eran Luis Mardones y Adán Martín”.

-Los dos tristemente desaparecidos.
“Sí, una pena muy grande. Mardones murió de tristeza tras el fallecimiento de uno de sus hijos. ¿A qué esperan para poner su nombre a una calle principal de Santa Cruz? Defendió a Canarias con honestidad y brillantez. Y qué decir de Adán, al que sí se le han reconocido sus méritos”.

-¿Este país ha superado todos los índices de estupidez?
“Sí, fíjate que es noticia en los periódicos que Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, se levantaba temprano para hacer magdalenas para llevárselas a sus funcionarios. ¿Así se gobierna una ciudad?”.

-¿Qué regalarías a los señores diputados de Canarias para que aprendieran algo?
“Un ejemplar de El Príncipe. Sólo Maquiavelo, al que yo acudo con frecuencia, puede arreglar este país. Lo malo es que no lo iban a leer”.

-Tú eres monárquico, ¿de quién?
“De don Juan y de don Juan Carlos. Y de doña Sofía, una gran señora. Porque no me hables de esto de hoy. Doña Sofía, sobre todo, fue educada para ser reina y tiene una trayectoria impecable en la historia reciente de España”.

-Tú eres un hombre de derechas, pero también echas de menos a personajes de la izquierda. ¿O me equivoco?
“¡Hombre, claro que los echo de menos! Algunos están vivos pero retirados, como Jerónimo Saavedra, un señor. ¿Quién no recuerda a personajes de la izquierda tinerfeña como don José Arozena o don Arístides Ferrer, por poner sólo dos ejemplos?”.

-Yo sí recuerdo, José Arturo, un viaje con Jerónimo a Jerusalén; allí Simon Peres lo trató como a un colega. Hablaron de política española e internacional, ambos con una visión extraordinaria.
“Es que Jerónimo Saavedra tenía y tiene un gran prestigio internacional. Fue dos veces ministro del Reino de España con Felipe González, un gran presidente. Lo mismo que Alfonso Guerra fue un gran protagonista de nuestra historia reciente; y no los de ahora”.

-¿Hemos cambiado tanto, José Arturo?
“Mira, Andrés. Tú me llamaste por teléfono para decirme que te retrasarías quince minutos. Eso ya nadie lo hace; te hacen esperar y te fastidias. La sociedad tinerfeña se ha venido abajo, sufre una crisis de valores muy notoria”.

-¿Sentiste emoción cuando te impusieron las insignias del Santo Sepulcro?
“Por supuesto, estoy muy honrado de pertenecer a la Orden. Estamos comprando terrenos en Tierra Santa, mantenemos colegios y hospitales y la Orden hace importantes obras de caridad. Hay 23.000 caballeros en todo el mundo. Algunos pagamos sólo 500 euros al año, pero hay gente que aporta mucho dinero a esas obras de caridad. Como cosa curiosa te diré que somos canónigos honorarios de la Colegiata de Calatayud, que hay que visitar”.

-Eres una persona muy condecorada.
“Bueno, pues sí, y me siento también muy honrado por ello. Tengo cruces del Mérito Civil, Militar, Naval y Aeronáutico de España; me concedieron la Medalla de Plata y la de Oro de la Cruz Roja Española; la Orden de la República Italiana, la de Francisco de Miranda de Venezuela, y también me ha distinguido el Instituto Salazar y Castro y, por supuesto, la Orden del Santo Sepulcro”.

-Aquí la gente, los magos metidos en política, echan pestes del protocolo.
“Bueno, no todos. Mira, te voy a contar algo. Cuando murió Arturo Escuder Croft, otro gran político nuestro, su funeral se celebró en la Catedral de La Laguna. La Unión Europea envió a una alta dignataria en su representación. Se presentó de luto riguroso y con una elegante pamela, guardando todas las normas de Estado para un funeral. Fue impresionante la entrada de aquella mujer en la iglesia”.

-Habrás pasado por situaciones divertidas en tu trabajo.
“Por muchas. De una fuiste tú mismo testigo. Íbamos a Madeira en una avioneta, a la toma de posesión de Mota Amaral, me parece. Viajábamos Fernando Fernández, presidente del Gobierno; Arturo Trujillo, jefe de Prensa; Óscar izquierdo, jefe del Gabinete; no sé si Fernando Cámara, funcionario de Presidencia; tú y yo. La avioneta de Naysa no tenía baño y a Óscar Izquierdo le entraron unas ganas enormes de orinar. Lo tuvo que hacer en una bolsa de mareo, pero se rebosó y cada vez que el avión viraba todos levantábamos los pies para que pasara la marea. Fue un vacilón”.

-Te han entrevistado muchas veces y me consta que has callado muchas cosas.
“Claro, el protocolo es también saber callar”.

-¿Recuerdas con la familiaridad que te trataba el rey Juan Carlos?
“Los dos, el rey y la reina. Dos personajes irrepetibles, importantísimos. La gente siempre ha admirado la educación de los reyes eméritos, que no está exenta de elegante cercanía. La hermana de Nicolás II, zar de todas las Rusias, cuando llegó a Nueva York procedente de España y era agasajada, le decía a sus más íntimos: “A mí nada me extraña, vengo de España, donde la reina regente Cristina (la llamaban Crista, madre de Alfonso XIII) hace del protocolo una cosa sencilla, una forma cotidiana de comportarse, pero de forma elegante”.

-¿A qué presidente del Parlamento recuerdas con más cariño?
“A varios, pero de una forma especial a Victoriano Ríos, un hombre culto y respetuoso”.

-¿Sabes que Victoriano me encargó el discurso de su primera toma de posesión?
“No, no lo sabía, pues me alegro mucho de que hayas tenido esa buena relación de confianza con él”.

-Hay algún presidente del Gobierno de Canarias que lo está pasando muy mal económicamente.
“No hay derecho. No se ha dado trámite parlamentario al Estatuto del expresidente y conozco situaciones lamentables que se están dando. Esa gente que ha desempeñado la más alta magistratura canaria merece respeto, recuerdo y ayuda, por la propia dignidad del cargo de presidente, aunque ya no ejerza como tal”.

-Y ahora, en tu retiro feliz, ¿qué haces?
“Mira, yo tengo una familia, que son mis sobrinos. Y algunos amigos. Leo mucho y viajo, cada vez menos, porque en septiembre cumplo 82 años. Una vida tranquila, después de muchos años de trabajo en los que ha habido de todo, cosas buenas y cosas malas”.

-No hay duda de que te mereces un descanso.
“Pero siempre estaré dispuesto a colaborar con quien me lo pida para mantener nuestro nivel social, tan deteriorado. ¡Cómo hemos cambiado, Andrés!”.

-Genio y figura.

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