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La crisis de Ciudadanos

La grave crisis que está sufriendo Ciudadanos en sus estructuras nacionales -y que viene de tiempo atrás, no de ahora-, se manifiesta con particular intensidad en Canarias, en donde soportó importantes presiones para que terminara de pactar con los socialistas y contribuyera así al aplastamiento definitivo de Coalición Canaria. Pero no solo en Canarias Ciudadanos ha presentado candidatos presuntamente criptosocialistas. La situación se ha repetido en capitales como Melilla y también en Huesca, en donde el pacto de centro-derecha se frustró por un voto en blanco de un concejal del partido. Esta orientación socialista parece estar relacionada con la presión que se está ejerciendo sobre Albert Rivera para que Ciudadanos se abstenga en la investidura y permita gobernar a Pedro Sánchez, sin obligarle a pactar con independentistas.

Fue una falacia que derivó en ingenuidad ajena a la realidad la propuesta de Mariano Rajoy de un pacto con Pedro Sánchez basado en políticas moderadas que proporcionen estabilidad al país, como si tal pacto fuera posible, y como si, en el hipotético caso de que lo fuera, Pedro Sánchez, con una nutrida ejecutoria de incumplimientos de acuerdos y defensa de una cosa y su contraria, lo fuese a respetar. Y eso que el sanchismo deja libre el espacio de la socialdemocracia, que todavía representa en el partido Susana Diaz.

Desde hace tiempo personalidades relevantes del partido, fundadores incluidos, junto con algunos diputados y militantes destacados, están criticando públicamente la estrategia seguida por Albert Rivera y su núcleo duro, una crítica que ha supuesto, en algunos casos, su salida voluntaria o su expulsión. Y así, han abandonado la organización Francesc de Carreras, Manuel Conthe, Toni Roldán, Javier Nart y Carolina Punset. Manuel Valls fue excluido en el Ayuntamiento de Barcelona. Y Luis Garicano, autor del programa económico, no se ha marchado, pero se incluye entre los críticos. Todos han reclamado volver a los orígenes ideológicos y estratégicos del primer y segundo manifiestos fundacionales del partido, de 2005 y 2006.

Más recientemente, a finales de 2016, un grupo de militantes de base críticos se agruparon en Madrid en una plataforma llamada TranC’sparencia. Unos 400 afiliados firmaron el Manifiesto de la Plataforma, que pide democracia interna y libertad de expresión, y cuenta con unas 1.200 adhesiones en el conjunto del Estado. Se habla de 500 críticos dimitidos en los últimos tiempos de diversos cargos, pero son cifras imposibles de contrastar.

Ciudadanos ha sufrido -y evidenciado- el problema de todos los nuevos partidos, que disponen de estructuras regionales muy débiles y a medio hacer, sin la imprescindible capilaridad social; importantes carencias de medios humanos y materiales, y dirigentes improvisados o aceptados con premura sin la necesaria contrastación. Es el precio del fin -de la quiebra- del bipartidismo. ¿Vale la pena? ¿Era tan malo el bipartidismo?

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