después del paréntesis

Los más votados

Fue uno de los cantos más repetidos del PP, tanto que lo propusieron como ley: gobernar la fuerza más votada en cada lugar. Eso hubiera hecho, por ejemplo, que el ínclito don Carlos Alonso no tuviera que salir por patas del Cabildo de Tenerife y (como comentó don Paulino Rivero en este periódico) se privara de darnos a entender que no es hombre para la oposición. Que dos o tres partidos se unan para desbancar a los susodichos es deplorable. Pero, lo que son las cosas, las tornas cambian y como la coherencia de la dicha derecha se ha tenido siempre por ejemplar, actúan en consecuencia. Ahora son ellos los que abrazan las lanzas. Es decir, no insistir en lo que defendían sino gobernar. O lo que es lo mismo, sin abstención para que el PSOE presida, el PSOE sí para que ellos lo hagan. No es un chiste, es lo que mi abuela llamaría “poca vergüenza”. Así, el alcalde actual de Madrid lo es por ser el mejor, no por los votos. La capital del Estado es suya; no puede seguir en manos de la izquierda. Igual que la Comunidad, sea la presidenta una política de octava o novena fila. Lo que esta preclara iniciativa proclama es que, gracias a sus esfuerzos negociadores, la cosa funciona como ha de funcionar. Y para ello es clave el tercer partido, ese que pregona a voz en grito que no pacta con la ultraderecha, como si los ciudadanos fuéramos bobos. Manifiestan en la nueva democracia de este país una actitud política insólita, más que la pinza de Julio Anguita que le costó su carrera. Un partido que se llamó regeneracionista y que actuaba contra los usos periclitados y la corrupción se olvida de esos fundamentos y su líder saca la lista del PSOE (sin nombres y sin faltas) frente a la del PP. La cuestión no es que los dirigentes fundacionales y consecuentes hayan renunciado, el asunto es lo que ocurre en los lugares adyacentes. Por ejemplo, la líder que fue de Cs en Andalucía (Isabel Balbín) dijo en su despedida: no hacemos gestión en la Junta, somos (literalmente) “marionetas en manos del PP”. Y el ex-portavoz en Canarias de la formación, Mariano Cejas, expresó en estas páginas “ha dejado de ser un partido de centro”, y más “es la marca blanca del PP”. Esa es la deuda contraída por Rivera y Arrimadas en su infausto desplazamiento al nacionalismo español y al más sonado conservadurismo. ¿Qué les queda? Victorias pírricas de segundo grado mientras apuntalan al partido al que pretenden sustituir. ¿Lógico? Las urnas lo dirán. Se teme lo peor. Hay juegos que siempre se pagan, pobrecitos.

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