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Pregunte a ver

Cuentan que un mago, ante el juez, cuando le preguntó el magistrado si juraba o prometía decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, el elemento rural contestó, muy serio: “Usted pregunte, a ver”

Cuentan que un mago, ante el juez, cuando le preguntó el magistrado si juraba o prometía decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, el elemento rural contestó, muy serio: “Usted pregunte, a ver”. Hace poco fui a esos altos, a un guachinche, y vi un coche estacionado en un lugar inverosímil, con una de sus ruedas desafiando la gravedad, encaramado en un borde absurdo de la carretera. Esta es la filosofía. Hay que adoptar el riesgo como una religión, tanto el riesgo de la escopeta de perdigones como el de cambiar los mojones de noche. El mago me asombra cada día, porque cada vez está más bruto. Tanto el que pasa por la escuela como el que no. Va a los funerales, pero se queda por fuera de la iglesia; y tiene razón porque ya nadie se entera de lo que quieren decir los curas desde los púlpitos. Ni ellos mismos. El mago se ha vuelto peligroso al volante porque antes sacaba la mano para girar, pero es que ahora el mago se ha convertido en un abominable joven de pelo rapado, maleducado y contestón, que no respeta a nadie; más que el mago, ese espécimen brutal que es el elemento barriada, su heredero natural. Los candados de los puentes de París y de Londres, que hablan de amor, ya los había inventado el mago, pero para no dejar pasar al vecino. Una vez vi una cadena trabada con doce candados. Para pasar se tenían que poner todos de acuerdo y eso era imposible. Las listas de espera son abominables, pero el 38 barra -o sea, los clientes de la sanidad- son los que las colapsan en muchas ocasiones. No hay remedio, con estos bueyes tenemos que arar. Y dicen que el mago es un ser entrañable. ¡Mierda!

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