el búho de minerva

Callaron y siguieron adelante

Me pensé mucho si escribir este artículo, dado los ríos de tinta que han corrido sobre este tema; haciéndose así difícil aportar alguna novedad sobre el mismo. He dado el paso porque ha tomado cuerpo un fenómeno que creo que es obligatorio analizar

Se oye, se dice en ciertos ambientes que Pedro Sánchez con su determinación de exhumar el cadáver de Franco ha resucitado el franquismo. Pero dicha afirmación es una tergiversación de la realidad. Lo cierto es que ha despertado a los franquistas, cosa bien diferente. En mentideros, prensa, radio, etc. La cantidad de gente que está indignada y molesta con que Franco vaya a salir del Valle de los Caídos es sorprendente, son legión. Dicho enfado, con frecuencia aparece encubierto con expresiones como: “Dejad a los muertos en paz”, “Se quieren reabrir heridas”, “Se va a dividir a los españoles”, etc. Aunque a veces aparece sin pudor: “Franco nos salvó del comunismo”, “La República es la que nos llevó a la Guerra Civil”. ¿Y esto?

Franco murió hace casi 44 años. Mucha gente se preguntó entonces si el franquismo moriría con Franco. La respuesta, entonces casi unánime, es que sí moriría, si no enseguida, sí en breve tiempo. Pero, a tenor de lo ocurrido estas semanas, hay que, como mínimo, replantearse la pregunta y la respuesta. El bando que se sublevó contra la II República sabía que tenía el apoyo incondicional de la mitad de España. Cuando Franco se proclamó vencedor, también sabía que contaba con mucha gente de a pie a su favor. Mucha de esa gente había combatido con sus manos y sus armas en la vil contienda. Sin embargo, también hay que decir, que otra gente que no era afecta al régimen calló y siguió adelante. No había otra opción, ya que todo el mundo no pudo exiliarse. Y así transcurrieron 36 años. Franco murió, y no precisamente en paz. Y lo enterraron por decisión de Juan Carlos I en el Valle de los Caídos, -su voluntad no era que lo enterraran allí- y en esta, como en otras decisiones, el borbón se equivocó. Llegó la transición y con ella el régimen de libertades, y la clase política se apresuró a decir que había llegado la democracia. Mucha gente saludó la llegada del nuevo régimen. ¿Pero, las masas, aquellas que aclamaban a Franco llenando la Plaza de Oriente, se convirtieron también en demócratas? Claro que no. Callaron y siguieron adelante. Hasta que llegamos a hoy. El gobierno ha dado la orden de exhumar el cadáver de Franco y trasladarlo al Pardo. Creo que es lo justo, un dictador y un asesino, que secuestró el destino de España durante casi 40 años, no puede estar enterrado con honores en un mausoleo. Al contrario de lo que algunos piensan, la estética también es importante en democracia. Por eso, nadie esperaba que, como lagartos saliendo de las piedras, una caterva de franquistas, franquistas sobrevenidos, armasen tanto ruido en contra. Parte de ese ruido, como dije antes, está encubierto con argumentos peregrinos, de todo tipo. Puse algunos ejemplos al principio, pero hay uno que me llama la atención sobremanera. “La familia es la única que tiene derecho a elegir el enterramiento de su antepasado”. No es verdad. Franco no fue un ciudadano de a pie, fue un jefe de estado, y por consiguiente es el Estado quien debe dilucidar donde no enterrarlo. Una vez hecho esto, que la familia elija el nuevo lugar de enterramiento. Y, como decía antes de esta acotación, todos estos franquistas sobrevenidos, lo son no por ideología como he explicado antes, sino porque no han olvidado a Franco, a su figura. Cuando lo enterraron, ellos no hicieron lo mismo en sus entrañas. Siguieron ejerciendo una especie de lealtad emocional al “Caudillo”. Y ahora, cuando se va a expulsar a su cadáver de la égida que lo recubre, ellos, de algún modo, también se sienten expulsados. Y, por tanto, ya no callan, alborotan, convulsionan el ambiente. No se resignan a que desaparezca la principal simbología que había de Franco en España: que sus restos estuvieran acogidos en un mausoleo. Pero el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia preñada, no solo de justicia, sino de sentido común.

A modo de cierre de este artículo, es menester decir otra cosa. No es detallar los males y el daño que Franco y el franquismo hicieron a España. Eso está en los libros -y en la memoria de muchos- sería redundante y pesaroso reiterarlo, y sobre todo no es el objeto de este escrito. Pero sí recordar algo que los historiadores no suelen mencionar. Algo que yo viví en mis carnes: el modelo de familia que impulsó el franquismo. La familia patriarcal y autoritaria, donde la mujer era obediente y sumisa a su marido y los hijos eran educados, en vez de con amor, con disciplina cuartelera. Los que escaparon a esta fatalidad se pueden considerar afortunados. Este modelo de familia ocasionó mucha neurosis en las personas que lo soportaron. Y mucho dolor. No olvidemos esto para no repetirlo. Ahora que la familia ha mutado de modelo, que ya no es indisoluble por mandato de Dios, y que incluso parejas gais adoptan hijos porque no quieren renunciar a formar una familia. Les recuerdo una cosa, sobre todo a los franquistas: allá donde hay amor hay familia.

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