después del paréntesis

Colonialismo

En el año 2018, más de 480 millones de personas hablaban el español como lengua materna. El grupo de usuarios potenciales del español en el planeta supera los 577 millones. Esa cifra aglutina a los sectores que técnicamente se llaman Grupo de Dominio Nativo (la lengua que aprendimos de nuestras madres), el Grupo de Competencia Limitada (o de dominio precario) y el Grupo de Aprendices de una lengua extranjera. Por eso el español es la segunda lengua propia, tras el chino mandarín, y también la segunda en el cómputo global de hablantes (los dichos grupos). Ocurre que esa gesta lo es por el desplazamiento de la parte más activa y pujante de lo que hoy se llama España, esto es, Castilla. Y por la punta de lanza de ese movimiento, a los territorios incautados se le imponían normas precisas: igualdad de religión (catolicismo), política (monarquía), economía y lengua. Eso quiere decir que los conquistados no hablamos español, hablamos castellano. El español es una convención de Estado, como el francés en Francia o el alemán en Alemania. Cosa que no ocurre con el inglés (que persiste en el nombre) y no el “gran bretano” o algo parecido. Ahí se encuentra el dilema. Lo que se da en llamar lengua estándar tiene su fundamento en la actualidad colonial. Si uno mira el comportamiento observa los desajustes. Por ejemplo, solo unos diez millones de hablantes distinguen la “c” y la “z”; 560 millones no. Pero esa exclusividad se impone. Otro ejemplo: la enorme cantidad de personas que no usan la segunda persona del plural de los verbos (“vosotros”). Más otras diferencias si atendemos a los usos de los tiempos verbales o a registros fonéticos como la aspiración final de la “s”. Concurre en este punto, además, los usos léxicos, señalados por los idiomas primigenios (el guanche, el náhuatl, el quechua, etc., etc., etc.) y las incorporaciones foráneas. Por más en estas fronteras del mundo somos conservadores, o lo que es lo mismo, usamos palabras que en el centro se desconocen. La norma, sin embargo, llama a esa actitud arcaísmo.
Si el dominio de la lengua es el que es, lo colonial no tiene sentido. La razón o el sufragio de la mayoría. Si persisten, una revuelta acaso los convenza. Decirle a los 10 millones que ya somos mayores y que, por tal, el panorama está decidido. Los cambios los conocemos. No estará mal.

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