después del paréntesis

El héroe sobre la tumba

A propósito del II Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra en La Palma hasta hoy, organizado por la Cátedra Mario Vargas Llosa, expongo un asunto singular. Un escritor de Perú. Nació en Andahuaylas allá por el año 1911. Fue criado por los indios. Su idioma primero fue el quechua. Tanto que cuando se le obligó a estudiar en español a los 11 años, resultó un drama. Su madre murió joven. La sucedieron una madrastra y un hermanastro. Fatal. Una lo desconsideraba y el otro (violento y cruel) le pegaba, lo humillaba y lo obligaba a contemplar escenas sexuales deplorables. Fue su marca vital. Huyó del infierno. Llegó a Lima, y a la universidad. Se convirtió en uno de los antropólogos más admirables de América. Pero hubo de mostrar en letra lo que conformaba su biografía. Dio a la estampa, en el año 1958, una de las novelas más admirables del idioma, tanto en lo ideológico como en lo teórico y lo funcional: Los ríos profundos. Es un relato autobiográfico. Por el oficio de su padre, el niño es recluido en un colegio religioso. Ahí el ultraje de la doctrina, la presión sobre los indios, la destrucción de su esencia, la depravada sexualidad y la violencia gratuita. ¿Cómo reparar ese mundo? Con el eje central del pensamiento de José María Arguedas: borrar lo español, todos los complementos de la civilización, rescatar la facundia de los incas, las montañas, los ríos, el canto, la danza o la destreza del trompo (el zumbayllo) que disgrega el sonido y lo lleva hasta los lugares más remotos del país, con voz clara y palabras contundentes. Mas, la novela está escrita en español. ¿Arguedas es una trampa colonial? Así desplegó su vida, por la contradicción. Y por la depresión, la inseguridad erótica… El día 28 de noviembre de 1969 se disparó un tiro en la cabeza. No fue mortal. Vivió cinco jornadas entre una agonía innombrable hasta el 2 de diciembre. Se dice que Vargas Llosa redime a su compatriota. Una cita: “La ciudad y los perros”. Sí y no. La escuela existe, pero en Vargas Llosa es militar. Y este redime la ferocidad al final de la historia. El Jaguar encuentra a la chica que persiguió el asesinado Esclavo y (por la vida) la convierte en su amor. Y alude más motivos frente a su paisano: el castellano. El ser criollo decide. ¿Cómo no responder con magnificencia al idioma de Cervantes, Góngora, Borges o Rulfo? Por más, el español es civilización y abre las puertas del mundo. Es decir, el más del muerto, la razón que sopla sobre la tumba. El uno y el otro.

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