el búho de minerva

La estafa de la política

El político, actor por antonomasia. Su escenario, el espacio público y privado. La política, un teatro, mejor dicho, una farsa. Si no, ¿Cómo calificamos a lo que está ocurriendo estas últimas semanas en la vida política española? Que el destino de un país esté en juego y que dos partidos políticos, por cuestiones de ambición de poder, no sean capaces de ponerse de acuerdo para gobernar. Y los otros, que presumen hasta la saciedad de patriotas -de bandera e himno- y de repetir las palabras España y los españoles hasta vaciarlas de contenido, no son capaces de ser auténticos patriotas y no están dispuestos a cooperar para que haya gobierno. ¿Y estos son los representantes del pueblo?

Que el futuro más inmediato de los desfavorecidos sea solo sobrevivir a duras penas; que muchos estén sufriendo porque los expulsan de sus casas por no poder pagar la avaricia de los bancos, llegando algunos hasta el suicidio por una angustia que les rompe el alma; que hayan personas que tengan que soportar las inclemencias de un invierno duro hasta quebrarse, porque no pueden pagar la factura del gas; que haya niños que no comen tres veces al día, y que otros no puedan ser escolarizados, quedando al albur de la fatalidad; que existan tantas y tantas calamidades irresueltas. Insisto, que no solamente haya dos partidos que estén en el disenso esquizofrénico, sino que haya otros partidos que les preocupe sobremanera lo identitario, es decir, la supuesta desarticulación nacional y la unidad de España. Parece una broma macabra ¿A quién representan los diputados de estos partidos? No representan a nadie, solo a ellos mismos. ¿Dónde está la ciudadanía para poner coto a este despropósito? No existe ciudadanía, un ente activo, no pasivo. Solo somos una masa de personas que asistimos estupefactos a este espectáculo circense y que no somos capaces de hacer nada. Solo somos súbditos.

Pero en la ficción de democracia que vivimos hay otros actores que representan muy bien su papel. ¿Qué decir de la Banca? Que la economía de un país tenga como fundamento la usura es, como mínimo, delirante. Hoy mismo leí en la prensa que la presidenta del banco de Santander, Ana Botín, decía lo siguiente: “He disfrutado cada minuto y sigo haciéndolo”. Disfrutar haciendo sufrir a los demás, que es lo que hace la Banca -y véase un ejemplo paradigmático de esto en el desahucio de una vivienda, cuando el desahuciado tiene que seguir pagando un bien que ya no posee-, es inmoral ¡Cuánta avaricia hay en el alma de los banqueros! Hasta cuando vamos a permitir que el bienestar y el desarrollo de una sociedad y sus gentes esté hipotecado por estos depredadores.

¿Y el poder judicial? Que, como bien decía Antonio Trevijano, es inconcebible y contradictorio que sea un poder, pues tiene que ser un árbitro entre poderes, los del Estado. Pues ni poder soberano, ni árbitro. ¿Se enteraron de que la alcaldía de Madrid despidió a la abogada que preparaba el recurso contra la absolución vergonzosa de Ana Botella por su participación en la venta de pisos públicos a fondos buitres? Y más casos que ustedes de seguro conocerán.

Ustedes dirán a estas alturas del artículo, ¡Cuánta negrura! ¿Pero no hay nada que funcione bien en España? Sí lo hay. Y no son las instituciones. Son las personas. Hay jueces magníficos, políticos honestos, empresarios honrados, etc. Personas que trabajan con denuedo para sostener el sistema y que este no caiga. Desde aquí mi admiración hacia ellos porque es muy difícil caminar entre la ventisca.

Ustedes creen que vivimos en un pueblo de ignorantes, si piensan eso se equivocan. Mucha gente sabe de todo lo que he escrito, gente llana y sencilla. Saben lo mal que marcha este sistema ¿Entonces por qué no hacemos nada? ¿Por qué -y ya me atrevo a decirlo- esta perversa pasividad? ¿Por qué nos conformamos con dar nuestra opinión? La libertad de expresión, que es libertad de opinión -fundamental en un estado democrático- se ha convertido en una eficiente coartada de la clase política para hacer propaganda de una democracia, que en realidad es inexistente. Claro, y hablando en lenguaje vulgar, los políticos dirán: “Hay que hacer creer al personal que hay estado de derecho, libertad, y lo más importante, que nosotros somos cojonudos” Permítanme esta pequeña humorada. ¡Qué importante es el humor para una vida buena! En su día hablaré de él. Pero, retomando la cuestión relativa a la opinión ¿Se han dado cuenta de la cantidad de debates radiados o televisados que hay en España? Por cierto, la mayoría de ínfima calidad. ¿Sirven para cambiar las cosas? En ninguno de ellos se habla de algo, que es tan fundamental o más que la libertad de expresión, la libertad de acción. Solo el movimiento enérgico cambia el devenir. Lo opinable, ya se retroalimenta a sí mismo, solo genera más opinión, desembocando en un círculo cerrado. Lo opinable ya se ha convertido en ruido.

“Perversa pasividad de muchas personas”, lo mencioné antes, ¿Recuerdan? ¿Qué se esconde tras esa afirmación? En el fondo, la mayoría de la población por miedo e inseguridad inoculados por el sistema, lo defiende contra viento y marea, temeroso y amedrentado de sus propias posibilidades y potencialidades, el eterno aspirante a ciudadano incapaz de tomar las riendas de su vida con sus propias manos, necesitado de que lo guíen, de que todo vaya como debe ir y como debe ser, se convierte en un conformista que apuntala al poder.

Y acabo, se acercan nuevas elecciones, nos obligan a votar cuando ya lo habíamos hecho. Dejando claro que es respetable cualquier postura que tomen. Piensen antes de votar. Piensen, sobre todo, si este sistema merece que se le vote. Si votan, tengan en cuenta que en realidad no lo están haciendo por tal o cual partido, por tal o cual líder político, eso es una engañifa, es decir, un engaño artificioso con apariencia de utilidad. ¿Qué hacer? No ser temerosos o conformistas. Dejar de seguir perpetuando este statu quo, virando el rumbo, diciendo ¡No!, ¡Basta! ¡Repudio este sistema fraudulento! Hay que constituirse como ciudadanos. Darse a valer como tales, con valor, lucidez y determinación. Construyamos y tomemos las riendas de nuestro destino. Creo que es el único camino posible. Hay que armarse de valor para la revolución de la ciudadanía.

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