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La teta de Rahola

Pilar Rahola, esa señorona catalana que sale en la tele, ha dicho públicamente que el rey emérito le tocó una teta. Hay un pensamiento chino que dice que las mujeres y los tontos nunca perdonan. Si en vez de decirlo los chinos lo digo yo, las feministas me cuelgan. Menos mal que a los chinos, como son millones, se les perdona todo. A Plácido Domingo lo han vetado en El País; incluso echaron a su mejor cronista, Rubén Amón, por defenderlo. O, por lo menos, por no condenarlo por presunto sobón. Una vez me declararon persona non grata en la Asociación de la Prensa por no seguir una huelga del Partido Comunista, una huelga injusta, en este mismo periódico. Era 1976. Lo sacamos a la calle, con dos cojones. A los cuatro meses yo era presidente de la misma Asociación de la Prensa que me había reprobado. Esto ocurre en un país incongruente. Quizá por eso dijo Voltaire que la vida es como un juego de azar. Mis memorias no se publican porque son impublicables y por eso es mejor olvidar que recordar; mucho más fácil y, sobre todo, más barato. La teta de Rahola es hoy actualidad, porque se ha convertido en una teta real cuando antes era sólo una real teta. Ahora viene Rahola con su milonga, al rebufo de las sopranos de don Plácido, pero me da que ha esperado demasiado el huracán y la cosa no parece clara, aunque quién sabe. Me guardaré muy mucho de opinar sobre tetas –parece que por ahí van todos los tiros- y otras prominencias, pero me da que se denuncia algo tarde y el fenómeno pierde fuerza con la tardanza. Pero, que conste, no entro en el asunto, como hacen los magistrados cuando no quieren estudiar mucho.

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