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Charnegos y conversos

Para no estar escuchando todo el día las sandeces del charnego Javier Hernández (alias Xavi) y del converso Guardiola, he decidido seguir leyendo la biografía de Churchill, escrita por Andrew Roberts, que se vende como uno de los mejores libros del año, a pesar de sus más de 1.000 páginas. Por lo menos lee uno algo sustancial y no escucha las barbaridades de dos personajillos ricos que chupan el dinero de países en los que el 10% de lo que hizo Junqueras, un suponer, está penado con la pérdida de la cabeza, a machetazos. Sigan aplaudiendo las gestas del F.C.Barcelona, un club independentista, en todos los campos del mundo, mientras algunos de sus ex jugadores arremeten contra el país al que vitorearon y jalearon cuando vestían la camiseta roja de su selección. Estos se creen que los demás somos idiotas. Para más inri, el bufón colorado llamado Torra insiste en que “lo volveremos a hacer”, mientras coloca flores en la tumba de Companys, que era todavía peor que él. Y el coro de independentistas violentos (que ya ha perdido un ojo y un testículo) se divierte dando puñetazos a las viejas y arrebatándoles banderas españolas a los niños, para lanzarlas a la hoguera. Bonita Cataluña, qué hermosura de región, qué ilusos los que la quieren convertir en nación y saben que han perdido la batalla. Y qué valientes los miembros del coro, que sólo se atreven cuando atacan en tromba y que se quejan después de las pelotas de goma. No, yo prefiero seguir leyendo la vida de Churchill, un personaje de leyenda, y no estar pendiente ni de los catalanes secesionistas ni de los huesos de Franco ni de la jeta del abad de Cuelgamuros ni de los charnegos ni de los conversos. Que les den.

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