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La maquina del tiempo

Los resultados del domingo pasado muestran la alta volatilidad de la escena política española y la imposibilidad de planificar en ella a varios meses vista

Los resultados del domingo pasado muestran la alta volatilidad de la escena política española y la imposibilidad de planificar en ella a varios meses vista. Porque estos resultados suponen una derrota para los planes de Pedro Sánchez y de Iván Redondo, su analista de cabecera. Después de abril, el presidente en funciones dejó pasar el tiempo sin negociar en serio, haciendo declaraciones contradictorias para distraer a la opinión pública, y confiando en que una repetición electoral le daría una mayoría suficiente que le librara del chantaje de Podemos. Esa mayoría que proclamaban los falsos resultados que ha ido publicando la vergüenza democrática financiada con dinero público que se llama CIS. Pero no ha sido así. La exhumación electoral de los restos y el enfrentamiento con la familia de Franco más que a la izquierda ha movilizado a un sector de la derecha; y la sentencia del Supremo y la prolongación en el tiempo del violento quinto intento histórico independentista catalán, que ya dura más que cualquiera de los cuatro anteriores, ha terminado por arruinar los planes y las ambigüedades socialistas.

Ahora la situación electoral es todavía más bloqueante que la de abril. “¡Con Iglesias sí!”, le gritaban los manifestantes socialistas la noche electoral, hasta el punto de no dejarlo hablar y acortar su discurso desde el balcón de Ferraz. Y también ahora, más que antes, en la investidura va a necesitar, al menos, la abstención de los independentistas. En cualquier caso, Pedro Sánchez parece condenado a dormir mal por las noches mientras preside un Gobierno bicéfalo que no respeta el secreto de sus deliberaciones, y hasta puede ser que tenga que sacrificar a Calviño, la ministra sensata bien vista por Europa. Por cierto, será la segunda vez que ministros comunistas forman parte del Gobierno español. No olvidemos que somos tan surrealistas que en la Segunda República incluso llegamos a tener ministros anarquistas, nada menos.

Algunos ilusos están planteando una solución alternativa mediante un pacto socialista con el PP, pero ni las bases sanchistas lo iban a permitir ni los populares, después de lo de Vox, se lo pueden permitir.

En el relato de H.G. Wells hay un segundo elemento fantástico añadido al viaje temporal. La maquina se desplaza adelante y atrás en el tiempo sin moverse del laboratorio de su creador, y ese espacio permanece invariable a lo largo de los siglos. En la realidad, ese espacio cambiaría con el tiempo: su nivel subiría o bajaría; en algún momento albergaría una roca o una montaña en contra de la que se estrellaría la máquina; sería inundado por un mar o un río; sería afectado por la deriva de los continentes, el cambio climático y muchos otros factores más. En su estrategia política temporal Sánchez y Redondo se olvidaron de esta radical circunstancia. Sin moverse de su espacio partidista de abril dieron por supuesto que ese espacio seguiría igual en noviembre, y el factor catalán y una cierta desmovilización de la izquierda han destruido su máquina del tiempo electoral (tres escaños y setecientos mil votos menos el PSOE y siete escaños y seiscientos mil votos menos Podemos). Tampoco habían previsto lo de Vox y Ciudadanos, pero, como decía Rudyard Kipling, esa es otra historia y la contaremos otro día. El jueves próximo, sin ir más lejos.

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