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Aquel vuelo de Spanair

Yo viajaba desde Madrid a Los Rodeos en aquel vuelo de Spanair la noche del Delta, entre el 28 y el 29 de noviembre de 2005. La isla estaba prácticamente a oscuras. El piloto intentó aterrizar al menos dos veces, pero el fuerte viento le impedía culminar la aproximación. Así que repitió la maniobra hasta que la meteorología extrema desaconsejó otros intentos. Viajábamos en un MD, que es algo así como la versión moderna de los famosos DC-9. Finalmente, el comandante nos indicó que era imposible aterrizar en Tenerife-Norte y que nos dirigíamos al Reina Sofía, donde la meteorología tampoco era ninguna maravilla. Había vientos cruzados, muy fuertes, que agitaban de modo considerable el avión. Tomamos finalmente tierra en Tenerife-Sur y nos dirigimos al aparcamiento del aeropuerto, pero el viento soplaba tan fuerte que no podían abrir, ni desde dentro ni desde fuera, la puerta del avión, por lo que permanecimos los pasajeros dentro de él un buen rato. Yo viajaba en primera clase, justo en el asiento de la ventanilla más cercana a la puerta delantera. Veía cómo los operarios del aeropuerto hacían esfuerzos para acercar la escalerilla a la aeronave y hasta para calzar el avión, porque se estaba casi levantando del suelo, agitado por el vendaval. Hace ahora justamente 14 años de esta impresionante tormenta, que causó en la isla de Tenerife, sobre todo, cientos de millones de euros de pérdidas. Parece que entre los pilotos se hizo muy famoso aquel vuelo, porque corrimos serio peligro de estrellarnos en las aproximaciones a Los Rodeos. Pero, claro, al comandante no le quedó otro remedio que intentarlo, porque el Reina Sofía estaba casi peor de condiciones atmosféricas y quién sabe si también Las Palmas-Gando. No me acuerdo bien, la verdad. Sin embargo, no pasé miedo en aquellos momentos. Después, sí, cuando analicé fríamente lo que pudo haber ocurrido.

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