el charco hondo

Ayer murió por segunda vez

Ayer murió por segunda vez. Suele ocurrir, más de lo que se cree. Miles de personas mueren dos veces, o más, fallecen constantemente. Ayer volvió a morir. Esta vez la muerte lo encontró donde siempre, sentado en el banco que lo acogió cuando murió hace nadie sabe cuántos años, tantos como han pasado desde el día en que él dejó de importar, de merecer la atención de familiares, conocidos o desconocidos. Pasa a menudo. Como en su caso, diariamente miles de personas mueren dos veces. Mueren por primera vez cuando, zarandeados por errores propios o ajenos, por la mala suerte o porque sí, se vuelven invisibles a ojos de aquellos que un día dejaron de estar o existir para quienes, como él, fueron devorados por su sombra. También él despertó una mañana al vacío, a teléfonos que dejaron de sonar o saludos que quedaban sin respuesta. Como a él, a miles de indigentes la primera muerte los atropelló a golpe de facturas impagadas, afectos torcidos y malas decisiones. También él fue niño, se enamoró en una adolescencia que resultó ser la antesala de lo que vino después. A quienes mueren dos veces se les ve, en los meses o años que separan la primera muerte de la segunda, sentados en las plazas, refugiados en los cajeros, mirando sin mirar a quienes pasan de frente dándoles la espalda, abandonados, bien lejos de cualquier respuesta. Mueren cuando a falta de cualquier resquicio de afecto o resto de conversación un agujero negro los atrapa y desdibuja. Quiere el destino que solo vuelvan a existir, siquiera durante unas horas, cuando a raíz de su segunda muerte se ponen en marcha protocolos que los ignoraron cuando murieron por primera vez. Ambulancias, policías, vecinos, curiosos y morbosos se arremolinaron ayer a su alrededor, prestándole unos minutos de existencia a quien se la habían negado durante años en los que él, como tantos otros, miraba sin ser mirado, observando los días pasar de largo, sintiendo que seguía entre nosotros sin estarlo, quién sabe si recordando cuando también él tuvo una vida que vivir, mañanas a las que despertar soñando con algo. Otros llegarán y ocuparán el banco donde él murió mucho antes de morir. Suele ocurrir. Miles de personas mueren mucho antes de que lleguen las ambulancias, la policía y los morbosos. Ayer murió por segunda vez alguien que murió hace años, justo aquel día que dejó de importar a alguien.

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