tribuna

La desgracia de Nuadibú

Tal como decía Tim, el fútbol es una manta corta: si te tapas los pies te descubres la cabeza, y si te tapas la cabeza te descubres los pies. Blindaron el Estrecho y las costas peninsulares del Mediterráneo, y, como era de esperar, se reabrió la ruta migratoria de Canarias, la atlántica, al sur, cara a cara con África después de años y decenios dándose la espalda. La desgracia de Nuadibú, con más de 60 muertos, volvió a estremecernos en los confortables ventanales de Europa que dan al mar. Es una de las mayores tragedias de la emigración africana a España. 2019 se pone este botón negro en el ojal de la solapa, que recuerda los dramas humanos de la crisis de los cayucos de Canarias en 2006, con 31.000 inmigrantes y una cifra indeterminada de muertos en el cementerio del mar. La World Press Photo premió las imágenes a raudales de aquella avenida de flujos migratorios de África.
Cuando Youssou N´Dour, el célebre cantante senegalés, uno de los líderes africanos más influyentes, pasó por Tenerife en una de sus giras, mantuve una entrevista con él y acabamos hablando de los jóvenes de Casamance, al sur de su hermoso país bajo el fragor de las guerrillas y el abandono. Pero el África subsahariana no emigra únicamente en razón de su grado de pobreza. El geógrafo y diplomático Michel Foucher ha acreditado que los cayucos proceden de economías estables, no del inhóspito Sahel. Los Estados más prósperos del continente vecino -cuyo PIB también crece- son receptores de un éxodo interior, y naciones desarrolladas como Senegal, Costa de Marfil, Nigeria o Ghana luego miran a Europa y dan el salto a las Islas sin medir las cosecuencias. Youssou N’Dour -al que volví a ver más tarde, ya en calidad de ministro de Cultura y Turismo con Macky Sall, tras la salida del eterno presidente Abdoulaye Wade- me miró desconcertado y masculló que tenía que hablar con las madres de esos chicos que eran el futuro de Senegal.
Al Gobierno de Zapatero lo sorpredió el despliegue de cayucos y pateras y las imágenes de los turistas asistiendo a pie de playa a los inmigrantes exhaustos en La Tejita (como hemos vuelto a ver ahora en la playa del Águila en el sur de Gran Canaria) denotaban que el Estado carecía de respuesta. Entonces, alguien recordó a la inactiva agencia europea de control de fronteras (Frontex), con sede en Varsovia (Polonia), y la echó a andar: su primera misión marítima fue Canarias, la Lampedusa de aquella fase embrionaria del fenómeno que pronto iba a estallarle en la cara a Europa. Un operativo de patrulleras y helicópteros, además de satélites, peinaba el litoral africano impidiendo que las mafias programaran libremente sus líneas regulares de alto riesgo con las Islas. Pero no siempre lograron su objetivo: el periodista Juan Manuel Pardellas reveló en El País el caso de un yate oxidado a la deriva en Barbados, en el Caribe, con once cadáveres africanos momificados a bordo, que habían partido de Senegal.
La primera patera había entrado en Canarias por Fuerteventura hace 25 años (el 28 de agosto de 1994), con dos saharauis. Y en 2004 se empezaron a instalar en las Islas estaciones sensoras del Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE), nunca bien ponderado. Con el tiempo, los radares y guardias de frontera disuasorios en Nuadibú y Dákar han dejado mucho que desear. Ayer, antes de ayer y mañana… las pateras vuelven a ser cosa de todos los días: la ruta atlántica se renueva.
Este déja vù del cayuco no nos extraña en el DIARIO, donde hemos sido majaderos en la premonicón. Zapatero envió a su ministro de Trabajo y Asuntos Sociales Jesús Caldera a visitar in situ las regiones vivero de la diáspora africana para fomentar el empleo en origen. “Los jóvenes de Senegal no quieren marcharse, prueban fortuna para volver”, me dijo Youssou N’Dour, distinguido con el Nobel de la música, el Premio Polar de la Academia sueca. El plan de Canarias o Plan África fue después reconocido como un paso certero de Europa en la gobernanza de un problema humanitario. Zapatero contó con expertos nacionales y canarios, entre estos el exdelegado del Gobierno y actual director de Casa África, José Segura, de estrecha relación con Caldera. Luego el PP fingió reeditarlo y Pablo Casado invocó, seguramente sin noticia de estos antecedentes, un Plan Marshall para África, que es la primera receta a mano. Cuando después un millón de refugiados de Oriente Medio, África, los Balcanes Occidentales y Asia del Sur se dirigieron a Europa, a través de Grecia e Italia, en la UE desempolvaron el manual de estilo acuñado en Canarias. Es el mayor contencioso del siglo (71 millones de personas han abandonado sus hogares por la pobreza o la violencia), y un populismo que levanta de nuevo fronteras desestabiliza las democracias más sólidas: Francia, Alemania, Reino Unido, Italia. Merkel, acusada de permisiva, inició su declive, y Salvini se hizo famoso enarbolando el vituperio xenófobo a todo inmigrante que se asomara a sus costas. España retira las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla, porque la cuchilla no desalienta al emigrante. Están viajando en las barquillas ya no solo jóvenes, sino hasta bebés. Y en las calles de nuestras ciudades deambulan de nuevo por falta de centros de acogida o duermen en el Viera y Clavijo. Interior hospeda a las madres con menores en hoteles de las Islas tras el caso de Gran Tarajal: tres mujeres fueron separadas de sus hijos y retenidas en calabozos. En un centro de menores no acompañados (Menas) de Madrid fue detonada una granada esta semana por la policía, sentando un peligroso precedente. Los jóvenes africanos adoran Europa desde que han dispuesto de tele en los más recónditos poblados sahelianos. ¿De qué se les culpa?
Las imágenes del miércoles en Nuadibú, con los cadáveres arrojados por el mar en la playa, resucitan el naufragio de Los Cocoteros (Teguise, Lanzarote), de hace un decenio: los 25 muertos de 2009.
El clima, que congrega multitudes en la Cumbre Madrid, provocó el último año 20 millones de desplazados. En 2005, el Delta, la tormenta tropical que inauguró un cambio de paradigma en esta tierra, causó la muerte de un vecino de Fuerteventura de 63 años y la de seis inmigrantes subsaharianos ahogados aquel lunes 28 de noviembre por la tarde al volcar su patera al sur de Gran Canaria. En Nuadibú se repite la historia. La desgracia es reincidente.

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