el charco hondo

Leyendo el ‘Marca’

Si Marruecos se plantara cubo en mano en Gijón, Segovia, Salamanca o Santander, pintara una raya amarilla bien gruesa que cruce cualquiera de esas ciudades de un extremo a otro, y acto seguido proclamara la ampliación de sus fronteras marítimas y terrestres hasta el punto donde se les acabó la pintura, España no abriría la boca durante cuarenta y ocho horas, transcurridas las cuales algo susurraría para calmar las aguas informativas. Y si Marruecos comprara otro cubo y pintara la mediana sobre los tejados de Bilbao, anunciando en euskera su voluntad de anexionar las costas vascas, no sin antes reclamar un buen puñado de aguas cantábrico-territoriales, en los ministerios españoles seguirían leyendo el Marca. La vida es así de bella, y distraída, cuando se acumulan cien años de soledad en funciones. Son las cosas que pasan en un país instalado en el microorganismo que separa la interinidad del desgobierno. Así se entiende que el Parlamento marroquí haya aprobado este lunes dos leyes para delimitar su espacio marítimo con España y Mauritania, incorporando de paso el mar adyacente al Sáhara Occidental a sus aguas territoriales, y que aquí, en España, nadie se haya tomado la molestia de pronunciarse durante cuarenta y ocho horas, silencio interrumpido a remolque del estupor que serpenteaba bien lejos de los ministerios. Flotando sobre dichas aguas está la certeza de que en Derecho Internacional las declaraciones unilaterales no pueden por sí mismas cerrar el litigio, pero aún siendo así no es menos cierto que Marruecos no suele hacer las cosas por pasar el rato; tampoco su ministro de Exteriores, cuando desliza que las leyes aprobadas pueden crear problemas pero que tiempo habrá de discutirlas -hechos consumados, lo llaman-. Delimitar las doce millas de aguas territoriales, doscientas millas de la Zona Económica Exclusiva y las trescientas cincuenta de la plataforma continental, para a continuación mostrarse abiertos al diálogo, es un truco tan sutil como antiguo para abrir unilateralmente una negociación buscada por quien la precipita. O no lo vio venir o no está el Gobierno de España para zarandajas marítimas. Marruecos ha olido debilidad. Qué mejor momento para un órdago sobre las aguas, cuándo mejor que ahora, con España vulnerable, expuesta, debilitada por el vacío de poder que arrastramos. Ahí fuera lo saben. Aquí dentro lo sufrimos. La interinidad tiene un precio. El desgobierno tiene consecuencias. España necesita tener Gobierno.

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