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Si hubieran llamado al mago

Hubiera sido un éxito la Conferencia del Clima de Chile/Madrid si hubiesen llamado al mago. El mago lleva años largando que los tiempos están descambiados, aunque no sepa bien por qué. Ni siquiera le hace falta la especialidad de meteorología de los físicos, porque el mago es un físico en sí mismo. Apostado sobre una piedra plana, que sus patas se han encargado de alisar a través de los tiempos, gracias al roce, el mago es el más conspicuo observador de los fenómenos climáticos en unas islas en las que siempre -o casi siempre- se ve el cielo. Cuatro magos habrían convertido en éxito la fracasada cumbre del clima de Ifema y habrían desmitificado a la niña Greta, esa que se tiró al suelo en un tren de lujo para hacerse la foto y dar a entender que ella no aprovecha los mullidos sillones/cama situados en vagones puestos a su disposición. Tras la cumbre, ni reducción de las emisiones de carbono, ni de las emisiones en general. No estaban presentes ni Rusia, ni la India, ni USA, ni China, así que no sé qué podremos contaminar los demás. No mucho. La niña Greta, al lado de un mago peludo, es una aficionada en esto de los tiempos descambiados, porque el mago, además de listo es desconfiado; y sabe cuándo quitar la badana a la atarjea para que el agua no le llegue al cuñado, que está presto a colocar otra vez la badana cuando el mago ronca. De todo esto he escrito yo en mis libros sobre nuestro espécimen rural, al que conozco bien. La próxima cumbre del clima no debería ir a Glasgow, sino a Benijos, habilitando la escuela y el polideportivo, como cuando hay una desgracia. Se forrarían los chiringuitos y la niña Greta dormiría, por fin, en un jergón de verdad.

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