por quÉ no me callo

El barco que va sobre olas y rocas

El desbloqueo político, después de ocho meses de candado legislativo en España, desprende el tufo de las viejas sentinas de los partidos, sus consignas consiguientes, la dialéctica en la cloaca, la inmundicia de los bajos fondos. Este clima enrarecido y maloliente se ha impuesto desterrando por ahora la política de altos vuelos, la galanura parlamentaria. En fin… Antes se discutía, sobre todo, de corrupción. Hasta ver a Lula en las mazmorras, en Brasil, esa ópera ultra valió un presidente: letra y música de Jair Bolsonaro. En España se reiteraba el debate de las colusiones del poder, pero en toda América era un clamor el caso Odebrecht. Por entonces, aquí se puso el foco en la era Gürtel y era raro el día que no salía el nombre de Bárcenas a relucir. La hemeroteca de esos días es la Netflix que está al caer, y que los seriéfilos celebrarán (Canarias da para una saga como mínimo, años 2015-2020).

El valor de estas controversias reside en su enseñanza para la posteridad. Cuando los países sufren un azote determinado -la crisis, Cataluña o la citada corrupción- se crea un hilo sobre la marcha, como se estila en Twitter, un efecto simpatía que arrastra por igual a políticos, empresarios y periodistas. Y no se habla de otra cosa. Ahora el guion de este show de Truman ha incorporado el debate del pin parental de la derecha en Murcia, que Ábalos (PSOE) ha definido como un laboratorio de fascismo. “Saquen sus manos de nuestras familias”, dramatiza sobre el escenario Pablo Casado (PP). “No todo es blanco o negro”, declama Melisa Rodríguez (Cs). Los peor pensados -en buena lógica- sospechan que este es un debate artificial, un disparo disuasorio, para desviar la atención del nombramiento de la exministra Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. Una añagaza de Iván Redondo.

No habrá manera de concertar las paces en el rifirrafe de las clases extracurriculares, y, a fuer de sinceros, conviene dejarlo en una de esas gavetas donde los asuntos se arreglan solos, pues ya existe para algo el Consejo Escolar. Es una discusión agotada y resuelta, pero, dado el tono de pandemonium que rige, se ha enconado. Hay temas sobre los que pesa más el corazón que la razón y las más de las veces se impone el grito y la bronca sobre el veredicto ético o legal, como es el caso. Este primer tramo de la legislatura ha empezado con la pirotecnia que sobró de la campaña electoral, pero los siguientes prometen ser igualmente agitados. Aunque anoche Sánchez decía en TVE que la situación catalana se ha calmado, nadie duda de que esos rescoldos seguirán candentes en el tiempo. La doble España se rearma en sus cuarteles para librar batallas que se prometen acaloradas en los cenáculos y la prensa. Un visitante foráneo que nos venga a ver cada equis tiempo pensará que somos un manicomio sin remedio. Cada uno de los monográficos que han monopolizado el debate político en este país -desde la corrupción a la inestabilidad y desde Cataluña al País Vasco- concluyeron su momento de gloria sin vencedores ni vencidos. Cuando baje este suflé y lleve la coalición de gobierno unos meses de gestión, otras serpientes empezarán a salir a la palestra, sumándose al apocalipsis político rampante. El margen de probabilidad es alto en materia de roces y disgustos entre los socios, y la expectativa de una legislatura judicializada y hosca como pocas es también elevada. Vox ha desenterrado el hacha y Casado lleva pinturas de guerra en la cara. En la cárcel de Lledoners el recluso que manda pone el listón alto en una entrevista en El País para apoyar los primeros Presupuestos. En Francian el presidente de la República hubo de salir escoltado de un teatro ante la amenaza de linchamiento por las protestas de los pensionistas. Comparado con los estados más sólidos del entorno(Alemania, Francia o Reino Unido), España, con todas sus vías de agua, sobre olas y rocas, navega. Y no es poco.

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