por qué no me callo

Curar con c de cáncer

Unos cuantos fenómenos recientes establecen las reglas de juego de esta década recién iniciada. No será la política, ni la economía la que únicamente nos rija, sino, sobre todo, la ciencia. Porque la salud apaga los otros frentes y pone sus condiciones. Lo hemos visto esta última semana a raíz del coronavirus, capaz de eclipsar brexit, Cataluña, el feliz balance del empleo… A una misma generación la sacudieron el Sida, el cambio climático y la madre de todas las crisis. Los nuevos contratiempos para la salud, estas gripes feroces y los coronavirus, colapsan la oferta de géneros en los mercados de la noticia. Y en el futuro inmediato, las terapias se disputarán la demanda, que es global y aprensiva.

Hay enfermedades crónicas o nuevas de toda laya. En el infierno de nuestros horrores están esos miedos a la muerte por una mala pasada de la salud. En eso somos cortoplacistas, vivimos al día, pero anhelamos vivir mucho, y solo será posible con ayuda de la ciencia, que se ha puesto las pilas en todo el mundo. Una de las grandezas de la ciencia en el último soplo de la pasada década y ya en el umbral de esta fue oír hablar de curación del cáncer. Porque hemos visto desaparecer a tantas personas cercanas, de la noche a la mañana, que vencer esta enfermedad se ha convertido en un gran paso para la humanidad, como lo fue llegar a la Luna. Hoy la decana de los males letales celebra su día mundial, y paramos el reloj. El cáncer será más curable que nunca en esta década. Resulta impactante que buena parte de las enfermedades que llevan esa marca de agua fotografían, a su vez, lo subsanable. La noticia del siglo por entregas. Los avances terapéuticos y el diagnóstico precoz han impulsado la estadística. La investigación va a toda pastilla, como comprendí cuando este año dimos la noticia en el DIARIO de que el célebre oncólogo español Barbacid y su equipo habían logrado curar en ratones el virulento cáncer de páncreas, y que la terapia estará disponible en cinco años. A Punset se lo llevó un cáncer de pulmón; al abogado tinerfeño Ángel Isidro Guimerá, uno de páncreas; a Adán Martín, un infausto cáncer linfático. Víctimas de la causa que hoy nos convoca. El cáncer de próstata tiene una tasa de supervivencia del 90% en España; el de mama, un 85%. El de colon ya registra una recuperación del 63%. Cada 10 años, avanza la lucha contra el cáncer con diez puntos de ventaja. Estamos a las puertas de algo grande. Otro eminente oncólogo español, Joan Massagué, ha logrado con sus tanques en Nueva York meter en cintura a la metástasis, responsable del 90 por ciento de las muertes por este desencadenante. Los padres de la esperanza contra el cáncer anuncian que en breve será controlado como una infección. Y se borrará el estigma social, que es peor que la enfermedad. Lideran un ejército de lo que el psiquiatra Luis Rojas Marcos llamó, tras el 11-S de Nueva York, los ángeles anónimos de la catástrofe. A menudo los científicos dan ejemplo a los políticos. Lo decía José Luis Sampedro. Y va a misa.

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