el charco hondo

El crac

Este virus, como los anteriores y los que aflorarán cada vez con mayor frecuencia, se combate aplicando los protocolos establecidos, sin duda, y siguiendo pautas de higiene preventiva, faltaría más; pero, sobre todo, a éste y a los que vendrán se les planta cara con la vacuna o el antídoto más efectivo: la cordura. Este virus mata, sí, pero su peligrosidad no está ni de lejos a la altura del miedo que desata. Se hace fuerte con los débiles, con aquellos que cargan con cuadros de vulnerabilidad (como la gripe, sí, como esa gripe que mata bastante más pero de la que hablamos bastante menos). Duelen las muertes, pero los fallecimientos no deben abonar la histeria que la ignorancia multiplica. Recuperemos la cordura, y hagámoslo cuanto antes; porque, siendo como es un problema sanitario, lo que el virus va a dejarnos en herencia es un caos económico que está costando verbalizar. Esto es una gripe, o si se prefiere una puta gripe, pero como es nueva nos saltan -y asaltan- las alarmas ante lo desconocido. La inquietud es razonable, pero el miedo es letal, contagia con más velocidad llevándose por delante al sentido común. Hay que especular menos e informarse más (y, ya puestos, demostrar cierta madurez y responsabilidad antes de reenviar los disparates que nos llegan al móvil). Solo la cordura puede evitarnos el crac turístico que el virus está alumbrando. El temor a ser contagiado o a verse atrapado en una cuarentena amenaza con bajar del avión a una legión de turistas que optarán por quedarse en casa hasta que escampe un poco.

Más nos vale que se recupere la cordura, porque de lo contrario Canarias se verá arrastrada por la onda expansiva de una pandemia, sí, pero económica. O se vuelve al sentido común o este virus enterrará puestos de trabajo puede que irrecuperables. A las puertas de la Semana Santa, y con la temporada de verano doblando la esquina, nos va la vida en el objetivo de enfriar el pánico para dar paso a un relato más razonable de lo que está ocurriendo. El virus debe ocuparnos. Sus consecuencias económicas deben preocuparnos. El miedo a moverse o salir de casa puede secarnos como destino de primer orden. Gestionemos bien la situación en el ámbito sanitario -como así está pasando- y reclamemos la cordura que puede librarnos del crac turístico que el virus está incubando.

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