el charco hondo

La liga de los muertos

Gracias a la reciente publicación del Atlas Nacional de la Mortalidad en España, en las últimas horas se ha sabido que los habitantes de Santiago del Teide son los españoles con menor riesgo de muerte; esto sin perder de vista lo que constituye una noticia igualmente sorprendente, y es que a raíz de lo publicado también ha trascendido que nuestro país cuenta con un atlas de la mortalidad (cabe presumir que dicha estadística fluye en constante actualización, a modo de liga municipal de las defunciones, playoffs de sepelios o final a cuatro en la interautonómica de fallecimientos). Sea como fuere, y sin dejar de reconocer el esfuerzo de muchos técnicos que a buen seguro han trabajado sin desfallecer para que el atlas de la mortalidad sea una realidad, cabe reseñar que el estudio deja algunos cabos sueltos. Cuando se sitúa a Santiago del Teide a la cola del ranking del riesgo de mortalidad -¿quién dijo que estar a la cola sea algo intrínsecamente negativo?- se dejan demasiadas preguntas sin responder. Se han analizado diez millones de fallecimientos, agrupados en 102 causas de mortalidad. Nadie ha dicho algo sobre la protección de datos o el derecho a descansar en paz, ahorrándote que los estadísticos te den la lata después de muerto. Y al dejar sobre la mesa eso de que si vives en Santiago del Teide decae el riesgo de morir como un vecino del montón, se siembra la conclusión (confusa) de que basta con empadronarte en ese municipio para que te baje el colesterol malo, se te estabilice la tensión arterial, puedas desayunar a diario carne fiesta con vino del país, no haga falta fajarte en el gimnasio o comprarte un chándal para caminar a última hora de la tarde o no tengas que dejar de fumar y puedas echarte tus copas a granel, y así un largo listado de malos hábitos que, fíjate tú, no repercuten en la salud porque eres vecino del municipio con menor riesgo de mortalidad. Tampoco aclara el atlas qué pasa si los vecinos salen del municipio a trabajar o comprar en una gran superficie, ¿la analítica se les dispara?, ¿envejecen aceleradamente?, ¿se mueren por fumar, beber o estar tirados en el sillón, como nos pasa a quienes no vivimos allí? O, entre otras interrogantes, si alguien que está jodido se compra o alquila un piso en Santiago del Teide, ¿tiene más posibilidades de remontar y tirar unos añitos más? Los responsables del atlas no deberían dejar su trabajo a la mitad. Están tardando en aclarar estas y otras dudas que se nos generan a quienes vivimos en municipios que nunca han llegado a semifinales en la liga de la mortalidad.

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