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Los Oscar, peores que los Goya, que ya es decir

Prefiero verle el culo a Buenafuente y a Silvia Abril en refajo que la gala de los Oscar del domingo/noche. Vaya bodrio, desde el rapero Eminem a Elton John, que hace siglos que no compone nada semejante a Candle in the wind. Lo único agradable fue la presencia de Scarlett Johanson y de la premiada Renée Zellweger, que a mí me encantan. Las dos. Los discursos fueron dispersos (es mejor que no haya discursos), el progresismo hizo pocos alardes (lo cual se agradece) y no le dieron el premio a Almodóvar (lo cual hace justicia). No he visto las películas ganadoras, lo haré con posterioridad a los premios, siempre que las alquilen en Netflix o en Movistar, que son las plataformas que pago. Lo más entretenido, como siempre, la alfombra roja que dejaba ver algunos escotes que a uno lo ponen más o menos bien. De resto, más de lo mismo y la ausencia de presentadores hace que uno eche de menos a Ellen DeGeneres, que le hizo el primer selfie viral de la historia al personal famoso que asistió aquella vez al Kodak Theatre, que cambia de nombre constantemente y no sé cómo se llama ahora, quizá Dorothy Chandler Pavillion o Coño de la Bernarda. Lo de Hollywood es muy cambiante. Ya van 92 ediciones de los premios, me parece, y cada vez su ceremonia de entrega es más aburrida. Yo prefiero a un presentador americano contando chistes y chascarrillos que solo entienden y ríen los propios yanquis a una gala sosa, como la del domingo, en donde un coreano arrebata todos los galardones a Scorsese y a Tarantino. Las cosas están cambiando, aunque la Academia conserve su buen juicio y no premie la mediocridad española presentada al festival.

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