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Cayetana

Me he enamorado amazónicamente de Cayetana Álvarez de Toledo. Y ya se sabe que es una locura amar, a menos que se ame locamente, según dijo alguien que no recuerdo. Cayetana le ha dado en los hocicos al PP y a los podemitas; estos últimos andan a la greña con los sociatas por una ley que más parece una caricatura. Una ley que va contra la inmortal e inamovible España cañí. Cayetana es inteligente, es marquesa y habla con acento argentino y a mí todo eso, qué quieren que les diga, me pone. Y me pone su cuello de cisne y su elegancia, me parece que innata. Les ha salido un grano en el traste a los izquierdones con esta mujer en el Congreso. Una mujer sin miedo que dice cosas muy interesantes, como lo del feminismo amazónico, que por lo que se ve es también un feminismo no impuesto, ni excluyente, ni ridículo, como el de Irene Montero, apoyada hasta la extenuación por su noviete y mentor. Dijo lord Byron que la pluma es el poderoso instrumento de los hombres insignificantes y yo lo comparto; y hasta me incluyo. En medio de tanta estupidez, un rayo de luz como el de Cayetana se agradece y por eso ella tiene todo mi afecto y mi reconocimiento. De aquí en adelante no me pierdo un discurso suyo, ni una intervención parlamentaria y ojalá la invite este periódico a uno de sus foros. Soy capaz hasta de levantarme temprano para estar a las 9 de la mañana en el Mencey. Según la nueva ley en el caldero, ¿podré decir que esta joven me encanta? En este país tan trastornado, lo único importante es salir con vida de todas las batallas. No sé si ella lo conseguirá, pero al menos lo intenta con devoción. Aquí tiene a un seguro servidor.

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