Ayer me decía una amiga socialista que cuando esto termine todos tendrán que marcharse. A patadas, si es preciso. Desde el incapaz e invisible que gobierna al país a su socio de la coleta que pretende adueñarse de la información del CNI, no se sabe si para librarse él de lo que La Casa sabe o para transmitir a sus amiguitos la información de la que el Centro dispone. Estamos gobernados por émulos de los que asistieron a la famosa cena de los idiotas. Tengo que decir que el único político cercano que ha aportado una medida sensata a los ciudadanos es Ángel Víctor Torres, presidente de Canarias, un tipo normal que transmite muy bien lo que quiere decir: se aplaza el pago del IGIC hasta el 1 de junio. Con ello se inyectan 600 millones en el mercado; perfecto. Pero las pymes no saben todavía si deben pagar las cuotas de la Seguridad Social este mes. Y si las tienen que pagar, ¿con qué dinero, si sus negocios están cerrados? El Gobierno de Madrid enmudece, superado por una crisis que lo ha cogido en bragas. Y Sánchez, aunque lo desea fervientemente, no se atreve a cambiar el signo de sus alianzas. Está demasiado presionado, desde dentro y desde fuera, y me da que tiene demasiados secretos que no desea que los otros revelen. Mientras el país se debate en la mayor crisis que se recuerda, la economía se desmorona como un castillo de naipes, sin que nadie sepa a qué atenerse. Porque lo de las ayudas ya se sabe que es una mentira: nunca llegarán ni a empresarios ni a autónomos, ni a ciudadanos. El truco está en pedir mucho papeleo. La crisis se superará, como se superó la de Rajoy, a fuerza de acogotar a la clase media, a las pymes y a los autónomos. De tupirlos a impuestos. Todo está escrito.