diario del aislamiento

Día 10

Tampoco los lunes son lo que eran, han dejado de ser. Somos dentro, así que tanto da si miércoles o viernes; pero, sí, es lunes. Recuerda J. A. Montano la experiencia que Goethe atribuía al anochecer: lo cercano se aleja. Estamos en casa geográficamente cerca de una vida que nos resulta inalcanzable -escribe-. El viento corre ahí fuera, buscándonos (preguntándose dónde nos hemos metido). Y llueve, pero sin nosotros. Pasan cosas en el barrio. La vecina de la bata rosa no estaba en su ventana aplaudiendo. Hace dos días que no se escucha al clarinetista. Prefiero no especular, pero especulo. Florecen hipótesis sobre los meses después del día después. Auguro que ahí fuera nos espera una libertad condicionada (libertad condicional). Ayer, o el sábado, tanto da, qué más da, me pregunté si Sánchez tendrá o no un psicólogo en su despacho. Esperaba que sí. Veo que no. La prórroga tiene su proceso, pero bien pudo contarlo más avanzada esta semana (la digestión habría sido más ligera). Los vecinos de arriba juegan con el chiquillo. Estos días los padres con niños se disfrazan de tobogán, playa, patio, columpio, balón, héroe, compañero de pupitre, cantante y futbolista. Hagamos planes. Tengamos un plan. Hoy he gestionado mi participación en el maratón de Roma en 2021. Italia renacerá. Allí estaré para verlo, y correrlo. Los sanitarios advierten de que no está llegándoles el material para defenderse del virus. Soldados yendo a la guerra desnudos, expuestos. Anoto algo que publicó Raúl De la Rosa. La imaginación es la mitad de la enfermedad. La tranquilidad es la mitad del remedio. Y la paciencia es el comienzo de la cura. Filósofos persas al rescate. El Rey no remonta, están esperándolo al final de este túnel. Mi amigo confirma mis sospechas. El comunicado del Rey fue realmente un farol. Toda renuncia sobre herencia futura es nula. Comunicó humo. Decreto limitarme el consumo de información sobre el virus. Me impongo respiros, coger aire a ratos. Reduzco los barridos por los digitales. Hago GAP (me deja agujetas, pero en la autoestima). Aparco el móvil, un poco. Saco a pasear la cabeza. Me escondo del virus colándome el películas o series. Los protagonistas deben ser de otro planeta. Besan, quedan para cenar, viajan en coche acompañados, van a baloncesto, se cruzan por la calle. Escenas de otros planetas. Me escriben. Escribo. Me dan las gracias por citar a Murakami (de nada). No estamos solos. Cautivos sí, pero acompañados.

TE PUEDE INTERESAR