diario del aislamiento

Día 12

Muy estrecha veo yo la puerta de casa para salir por ahí dentro de quince días. Los memes aflojan, pero siguen circulando. Engordamos, unos más que otros. Tanto nos frotamos las manos que parecen encoger, empequeñecen. Gordos con manos diminutas, como los T-REX. Si encadenamos prórrogas, cuando salgamos a la calle pareceremos tiranosaurios. Somos una potencia mundial en producción de humor siniestro. Muy estrecha veo yo la puerta de casa para salir por ahí, con estos pelos, dentro de quince días -respondo-. La venganza de los calvos. Hay quienes están buscando en el altillo tocados de disfraces para ir a la peluquería el día después. Me escriben. Escribo. No se te pase por la cabeza perder el humor, me dicen. Respondo que a veces se me pasa por la cabeza, pero le digo a la cabeza que no me lo puedo permitir. Me escriben. Escribo. Empiezas a disimular peor la tristeza -me advierten-. Devuelvo el mensaje reconociendo que sí. Cuesta zafarse del dolor que esconden las estadísticas. Anoto los buenos consejos. No permitamos que el virus nos dinamite el cortafuegos del humor, desafiemos a la realidad riéndonos de vez en cuando. Respiros. Treguas imprescindibles. Los días empiezan a ser calcados. Quién no firmaría que la cuarentena finalice cualquier día de abril (cuando sea, pero en abril). Mientras escribo, entra un mensaje de mi hermano. Ha muerto el padre de una compañera (sanitaria, como él). Llueven muertes. Abramos el paraguas del coraje para plantar cara a la frustración, y al desánimo. Busquemos debajo de las piedras razones para no dejarnos doblegar en los días más difíciles. Aguantemos. Un día se abrirá la compuerta de este submarino (no es mío, me lo ha prestado Maricruz). Dan Patrick, vicegobernador de Texas, sugiere sacrificar a los abuelos para que no se hunda la economía. No conocí a mis abuelos. Mis padres (abuelos de mi hijo, y de mis sobrinos) han corregido esa pérdida, los disfruto como padres y abuelos. Se ve que el vicegobernador desconoce querer o ser querido, él se lo pierde. Dejo de escribir. Vuelvo. Se polemiza sobre quién manda en la Consejería de Sanidad, o a cuenta de si cesarán o no a la consejera cuando salgamos del túnel. Solo me interesa que técnicos y expertos piloten la gestión de la crisis, lo demás, si la consejera esto o aquello ahora o después, tanto me da, qué más da. Son las diez. Tengo una vídeo con Madrid. Skype. Zoom. FaceTime. Hemos dejado atrás la ciudad para acampar en una jungla de aplicaciones, plataformas y artilugios. José, el niño del piso de arriba, juega con su madre. El clarinetista ha vuelto. Me alegro.

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