el charco hondo

Dos años después

Con Nápoles como argumento o excusa, Elena Ferrante abre con L´amica geniale una recomendable tetralogía que nos acerca al día a día individual y familiar de las mujeres de mediados del siglo XX (y a su trayectoria académica o profesional, si es que se les permitía ese camino, siempre con enormes dosis de heroicidad). La realidad de las mujeres de entonces -valga Italia como ejemplo más o menos cercano- explica en buena medida las realidades que nos han traído hasta aquí. Las razones de nuestras madres, hermanas, parejas, compañeras de trabajo, amigas, sobrinas, conocidas o vecinas tienen su origen en la sinrazón y las desigualdades, injusticias, limitaciones, vejaciones e imposiciones que vivieron nuestras abuelas y las mujeres que las precedieron. No deja de ser delirante que a estas alturas se tenga que seguir luchando por derechos, libertades o equiparaciones que tendrían que formar parte del aire que respiramos o del suelo que pisamos. Sin embargo, no queda otra. Es imprescindible reeducar a quienes, lastrados por una convicción tan deficiente como su inteligencia, siguen moviéndose por los subsuelos con premisas, latiguillos o inercias impropias de su tiempo o especie. Porque es imprescindible dignificarnos cambiando las cosas en las esferas laborales, educativas o personales, seguimos celebrando que el 8 de marzo de 2018 miles de manifestaciones (transversales, intergeneracionales y saludablemente ajenas a la iniciativa de partidos o siglas) protagonizaran un movimiento llamado a marcar un antes y un después en la lucha por una igualdad real. No siempre fue así. Basta echar un vistazo a las cifras de participantes de las movilizaciones del 8 de marzo de hace cinco, diez o quince años -con convocatorias poco significativas- para confirmar que fue en 2018 cuando se marcó el punto de inflexión. Este domingo, apenas dos años después de las manifestaciones que recorrieron España ante el asombro de otros países, la asistencia fue menor, no así la presencia de cargos públicos y representantes de los principales partidos, cada vez más nutrida. Bien está que participen; pero, si no es mucho pedir, bueno será que lo hagan sin tanta obsesión fotográfica y, sobre todo, sacudiéndose la tentación de vampirizar o capitalizar un movimiento que si algo demostró hace ahora dos años es que la lucha por la igualdad adquirió la condición de revolución, sí, pero alejada de las sedes de los partidos. Hermanas, parejas, madres, compañeras de trabajo, abuelas, amigas o conocidas no se merecen que el afán de protagonismo de los partidos oxide lo de 2018.

TE PUEDE INTERESAR