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El Sur de Tenerife conserva ejemplos de litófonos y “piedras de valientes”

En esta breve crónica nos aproximamos a dos ejemplos especialmente significativos localizados en estas zonas de la Isla
El Sur de Tenerife conserva ejemplos de litófonos y “piedras de valientes”. DA
El Sur de Tenerife conserva ejemplos de litófonos y “piedras de valientes”. DA

Por Fernando Hernández González

Para muchas culturas antiguas, la piedra fue un objeto de culto primordial en su condición de material cuasi imperecedero, un soporte en el que habitualmente encarnaban y se manifestaban las divinidades. Además, podía ser capaz de fijar las almas de los difuntos, y en algunas ocasiones, desempeñaba incluso el papel de vehículo canalizador de energías sutiles a nivel telúrico en cuya existencia creían algunos pueblos antiguos.

En Canarias en general y en Tenerife en particular, algunas rocas sobresalientes han sido investigadas en su simbología y epigrafía, aunque dejando de lado aquello que concierne a su implicación como objetos sagrados. Los guanches propiciaron la sacralización de algunos de estos lugares, con el objetivo de aprovechar los efectos que fueron observando y que entendieron eran provocados por las propiedades o energías de estas piedras, unas cualidades de índole sanadora o como generadoras de estados alterados de conciencia. En esta breve crónica nos aproximamos a dos ejemplos especialmente significativos localizados en el Sur de Tenerife.

LAS PIEDRAS DE LOS VALIENTES

Sin lugar a dudas algunas de las rocas dentro de la cultura guanche que más notoriedad ha tenido son las conocidas como “Piedras de los Valientes”. Por este nombre se conocen unas piedras de distinto tamaño y de forma más o menos esféricas, a las que se les ha calculado entre unos cien y ciento setenta kilos de peso. Su uso consistía en demostrar la destreza en su manejo, que incluía levantarla y rodear el cuello con ella para depositarla lentamente -sin soltarla en ningún momento- otra vez en el suelo.

Si bien se ha especulado que eran piedras para ejercicios, la ubicación que suelen tener en cotas altas de nuestra geografía parece tener más que ver con pruebas para ganarse el favor de las divinidades, a través del esfuerzo que implica levantarlas.

Tampoco podemos hablar de una sola piedra de los valientes, pues el insigne médico chasnero Juan Bethencourt Alfonso, en su tomo II de “Historia del Pueblo Guanche” nombra hasta siete de estas rocas distribuidas por el sur de Tenerife. La más conocida entre todas ellas es la que actualmente se encuentra en el municipio de Arico, que ya fue dada a conocer en el pasado.

Uno de los que se ocuparon de esta singular roca en el siglo XVI fue Fray Alonso de Espinosa, que en su libro «Historia de Nuestra Señora de Candelaria», nos dice sobre dicha piedra:

«Eran hombres de tanta ligereza que se cuentan algunas cosas de ellos casi increíbles. Una piedra guijarro está en esta isla, en el término de Arico, maciza, mayor que una grande perulera, la cual vide yo y es común plática entre los naturales que con aquella piedra iban sus antepasados a probar sus fuerzas, y que la levantaban con las manos y la echaban sobre la cabeza a las espaldas con facilidad; y ahora no hay hombre, por membrudo que sea, que la pueda levantar ni dar viento».

Actualmente la piedra sigue estando en el lugar, tal como pudimos comprobar hace años cuando realizamos un reportaje televisivo sobre estos objetos de la cultura ancestral canaria. No podemos ocultar que nadie de los presentes aquel día pudo “darle aire”, que es como los cabreros de la zona denominaban al hecho de levantar aquella piedra siguiendo el protocolo ancestral. Nada en su apariencia externa nos hizo dudar de nuestras habilidades, topándonos de bruces con una roca de una densidad más que considerable.

Según pudimos averiguar, la última persona que le dio aire a la piedra fue un vecino de Arico conocido como D. Alfonso Morales, quien después de probar su hombría, grabó a manera de recordatorio una cruz en la parte superior de la roca que sigue visible.

PIEDRA DE LAS CAMPANAS

Con el nombre de “Las Campanas”, la oralidad ha conservado en la toponimia de las islas una de las rocas de culto más singulares de Canarias, los llamados litófonos. Se trata de un instrumento elaborado en piedra fonolítica con una funcionalidad musical y sagrada, que al ser percutido emite sonidos que en muchas ocasiones pueden interpretarse como notas musicales.

El amigo investigador Javier García Miranda, en su más que recomendable libro “Los litófonos de Tenerife”, describe hasta una treintena de estas estructuras pétreas investigadas por él en la isla, superando el centenar las que la oralidad diastribuye por toda Canarias. Miranda, una de las personas que mejor ha estudiado esta singularidad acústica, asegura en su obra que “Los antiguos pobladores de las Islas encontraron en la sonoridad de las piedras un medio de expresión que servía a múltiples fines. La música no solo tenía para ellos un carácter lúdico, sino también ritual, estaba relacionado con las cosechas, las curaciones o las ofrendas a los difuntos”.

Ejemplos toponímicos sobre estas piedras sagradas se ubican en Candelaria (Cueva de la Campana), Igueste de San Andrés (Las Piedras de Hierro), en los altos de Santa Úrsula (Laja de la Campana) o en el núcleo güimarero de Anocheza (Toque de Campanas), ejemplos que nos dan una idea de la importancia que tuvieron estas grandes rocas acústicas y que en ocasiones están adscritas a centros ceremoniales donde abundan las cazoletas y canalillos para los vertidos rituales.

Sin duda sería más que recomendable que se pudiera catalogar y estudiar en profundidad estas rocas, pues son parte de una geografía sagrada que poco a poco va desapareciendo de nuestro territorio insular. Muchas de ellas han llegado hasta nosotros por fuentes orales, tan despreciadas en ocasiones en los ámbitos académicos pero que la experiencia ha demostrado de extraordinaria utildiad para las investigaciones sobre estos hitos ceremoniales.

En Canarias, nuestro campesinado ha valorado como sagrado estos espacios, incluso acudiendo a ellos en épocas ya lejanas buscando remedio a ciertas afecciones; quizás sea esa la razón del por qué en estas islas a la piedra, le sigamos dando el sugestivo nombre de “piedra viva”.

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