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Moriremos todos y todas

Así lo anunciará Carmen Calvo cuando la diñemos por el coronavirus o por una acción temeraria del Gobierno: “Moriremos todos y todas”. El mago, que es un extraño ser que adivina el futuro, ya feminizó el fin del mundo; lo llamó la fin del mundo y nadie sabe el porqué. El mago se adelanta a los acontecimientos, o por lo menos lo intenta. El feminismo tocó fondo desde que aquella joven ministra, Bibiana Aído, que era una especie de filóloga aficionada y bobona, dijo aquello de “miembros y miembras”. Tocó fondo, pero ha seguido la ola, al punto de que un partido político como Podemos se unió con Izquierda Unida en femenino. Me parece perfecto, cada uno se une como quiere o como puede, que yo ahí no me meto. Moriremos todos y todas, más tarde o más temprano, si siguen llegando virus que nacen porque los chinos se comen a los animales raros y esos virus mutan a la buena de Dios. Hasta el papa Francisco tiene gripe, no sé si la aviar, la asiática, la española o el coronavirus de Wuhan, que parece que no. Ni siquiera los tocados por la mano de Dios se libran de las pandemias, sean verdaderas o chimbas, sean graves o de las que se curan con paracetamol. Pero, eso sí, moriremos todos y todas, como murió el pobre género epiceno, que hacía prevalecer el masculino sobre el femenino (en la lengua) sólo cuando no había más remedio. Ahora hemos vuelto al matriarcado y me parece bien, porque las mujeres son más inteligentes que los hombres y siempre han mandado más que los hombres, aunque a la sordina, dejando que los otros se lo creyeran. Yo quiero ver a Carmen Calvo anunciando la fin del mundo y a Bibiana Aído, que ha desaparecido del mapa, entrando en la RAE por la alfombra roja.

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