despuÉs del paréntesis

Plagas

Cuando los españoles se adentraron en el año 1519 en eso que llamaron Nueva España, no contaban con que cargaban con un arma de destrucción más eficaz que las espadas o las escopetas… Los cañones les proporcionaban 100 caídos por disparo; los caballos un terror colosal. Esa fue la saña en la incursión del inclemente Cortés. Mas no supo con certeza qué ocurrió en el verano del año 1520, con dos tercios de la población mexica desaparecida. ¿Causa?: la viruela. En ese punto nos encontramos los hombres, presos de seres que nuestros ojos no ven, que manifiestan una inteligencia colosal para la supervivencia con mutaciones espectaculares y que matan como pocas cosas matan en este mundo. La historia lo confirma. Una, la Plaga antonina o de Galeno que se infiltró en los últimos tiempos del Imperio Romano (hacia el 160 de nuestra era). Acabó con el emperador Lucius Verus, con el corregente Marco Aurelio Antonio, masacró a un tercio de la población y tuvo un efecto devastador en el ejército, para gloria de los bárbaros. Dos, en el siglo I d.C. (541-750), en los puertos del mediterráneo y a causa de un tipo de rata venida de China, se desarrolló la llamada Plaga de Justiniano. Según cuentan los expertos llegaron a sucumbir entre 25 y 50 millones de personas. La ciudad de Estambul perdió a más de la mitad de los pobladores. El Imperio Bizantino sucumbió ante los árabes. Tres, se extendió por Europa, con punto álgido entre 1346 y 1353, la Yersinia pestis, la Peste negra. La cifra va de 75 a 200 millones de anulados en el continente, en esa época, siglo XIV. Cuatro, la Gripe española, en 1918, con más de 75 millones de muertos. La quinta tuvo como territorio China y la India. Comenzó en el año 1855 y en el año 1959 aún se registraban casos. Quince millones sucumbieron por la Peste bubónica. La sexta es un desastre reciente, inexplicable para nuestra sabiduría: la plaga de la sangre, el Sida que mató a 30 millones de prójimos. El Coronavirus nos detiene en estos días. ¿Qué oponer a su incidencia? El que lo inevitable es inevitable. Virus que se expande en animales y que cambia de habitáculo (como en el Mal de las vacas locas), ocupa nuestro territorio y nos disloca por la indefensión. Eso revelan las plagas a lo largo del tiempo que escrutamos: hacernos ver lo que somos y seremos hasta que desaparezcamos de este mundo; ese es el valor de los seres microscópicos cuya complejidad acaso jamás comprenderemos.

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