diario del aislamiento

Día 22

Abro el diario después de la siesta. Sánchez seguirá alegando, o no, no lo sé, ahí lo dejé.

Abro el diario después de la siesta. Sánchez seguirá alegando, o no, no lo sé, ahí lo dejé. Está pidiendo a gritos que alguien le dé un cronómetro. Y mascarillas. Tienen quince días para abastecernos. No tendría un pase para eternizar la cuarentena por falta de mascarillas. Las habrá pijas, de diseño. Mascarillas, bolsos, zapatos. Complementos del mundo que nos esperan ahí fuera. El futuro era esto. Habrá mascarillas con la boca y nariz de los enmascarados -fijo que sí-.

Tampoco pasaría nada por anunciar las prórrogas los lunes, qué necesidad de jodernos (más) los fines de semana. Por si empezamos a salir a finales de abril (poco a poco, vale, sí, lo sabemos) mejor será empezar a arreglarnos un poco. Si todos subimos cinco kilos es como si nadie hubiese subido cinco kilos. Qué bueno. Otra cosa es el pelo. Lista de espera en las peluquerías. A mí ya me da igual. Dani me rapó -del verbo rapar-.

“He bajado a tirar la basura, me he cruzado con un policía, me he puesto nerviosa y he empezado a aplaudir”. Me gustó. Chistes de confinados, terapéuticos. Ha muerto Aute. Se hizo viejo antes de hacerse viejo, jugó con el reloj. Sus canciones no murieron ayer. Tarde de sábado. Cómo duelen los viernes desde que nos extirparon los viernes. Cañas. Vinos. Sobremesas. Rones. Sobremesas de sobremesas.

Si me preguntan que hable ahora o calle para siempre, elijo calle. Coincido. Quietud. Las buenas noticias tienen mala prensa, no circulan. Hay que ponerlas en cuarentena, sí, pero ahí están. El comité científico está convencido de que los canarios ya hemos pasado el pico de contagios. Creen que en las Islas el confinamiento podrá levantarse de forma progresiva antes que en el resto del país. El pico. Baja la curva del virus. Crece la curva de la pobreza. Venían curvas.

Somos permeables solo a los disgustos, cuesta dejarnos querer por datos para la esperanza. Me escriben. Leo. Gracias por compartir tu diario. Qué va. Al revés. Necesito contar las cosas que pasan o me pasan, sacarlas afuera. Así ha sido desde mis diecisiete, cuando empecé a publicar. Con todo esto aquel impulso ahora se multiplica.

En Fuencarral se escuchan los pájaros, ojalá pronto los pájaros nos escuchen. A Madrid le perdono todo, también que le falte el mar. Veinte años yendo, y volviendo. Veinte años conociendo, compartiendo. Bares, qué lugares. Ganas de reencontrarme con Madrid. Ganas de calle. Sánchez seguirá alegando, no lo sé, supongo que sí.

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